Opinión Nacional

El chavismo no es una religión, es un negocio

El impacto de la derrota del chavismo, de Chávez específicamente, el pasado 26S, tiene al PSUV en plan de RRR interna y al propio líder intergaláctico en ejecución de acciones repetitivas y desesperadas.

Para el PSUV, fuerza minoritaria respecto a las que están contra este militarismo salvaje, ya empezó el campeonato de patadas y empujones. Los próceres dueños de las derrotas más feas, como el mismo Chávez las calificó, como suele ocurrir en estos casos, no se sienten responsables de nada y a bajo nivel señalan que todo lo malo que haya ocurrido tiene un solo responsable: el dueño del circo. Ni más ni menos que micomandantepresidente, el amo, el jefe supremo.

Sorprendente. Las historias que vienen del propio chavismo apuntan a que pronto presenciaremos un verdadero terremoto interno. Este señor, el mandón, se apropió de las elecciones como siempre hace. No nos deja trabajar. Todo se hace como él dice y cuando las cosas salen mal, entonces a buscar culpables, cuando el único culpable es él mismo.

Tenían que perder y sentir que van en verdadera barrena para que empezaran a ver las cosas con menos adulancia y un poquito de independencia de criterio. No obstante, parece que toda esta llorantina interna no tendrá más efecto que las tres R. Es decir, Rebusque, Reacomodo y Rejalamecatismo. Un Chávez ganador es como una cuenta bancaria gigante, es una chequera generosa. No solo para los boliburgueses que hacen plata con los próceres intocables. Lo es también para la dirigencia alta, media y baja del chavismo. Es una forma de vida, una forma de hacer mucho dinero o un mecanismo para subsistir. Ahí está la clave. No es una religión como lo quieren hacer ver algunos analistas. Es el viejo y tradicional amor al billete. Los próceres todos ricos. Los familiares cercanos, muy bien acomodados. Alta dirigencia con reconocimiento público y dinero. Dirigencia media con cargos importantes en la Administración Pública o en puestos de elección popular. También mejorando sus niveles de vida y asumiendo roles sociales de escalada. De chofer de autobús a referente de la quinta, con casota en el Este, camionetotas, escoltas. Nada despreciable. Para los más bajos militantes y los pobres en general, Chávez es una chequera ambulante, un proveedor de neveras, un regalador en cadena. Si hay mucho billete, habrá mucho amor; si falla la caja chica, pues ese amor comienza ser cuestionado. Como en efecto ocurrió. Y como el país está en la lona e insistiendo en el mismo castrocomunismo destructor, esto seguirá en caída libre. Sin embargo, todavía hay platica de préstamos y en el fondo de la olla. Eso es vida. El chavismo no es una religión, es una forma de vida, un negocio.

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