Mi voto como arma
Iré a votar el próximo 26 de septiembre aunque tengo profundas dudas sobre la calidad y transparencia del Registro Electoral y la imparcialidad de quienes manejan el Consejo Nacional Electoral. Iré a votar a pesar de que el ejército está parcializado a favor del déspota y el mál llamado Poder Ciudadano está manejado por indignas fichas del dictador. Parece contradictorio, verdad? Porque al ir a votar en estas condiciones mi voto pudiese verse como la convalidación de un acto fraudulento.
Ese es el dilema fundamental que los venezolanos hemos enfrentado durante estos años de dictadura. Ya traté de hacerlo diferente y no funcionó, cuando apoyé la abstención total del voto para la Asamblea Nacional. Aunque la abstención llegó al 80 por ciento fracasó porque el país no estuvo dispuesto a hacer el trabajo completo, el cual ha debido incluir una masiva insurgencia popular.
Considero que ante nosotros solo se abren dos caminos: uno, el de la insurgencia a como dé lugar, incluyendo la no-participación con el voto. Para tener un resultado tangible esa abstención tendría que ir acompañada de una masiva movilización popular, apoyada por sectores de las fuerzas armadas que aún crean en la democracia y en la libertad. Esto significa alzarnos contra la dictadura de una vez por todas, con todos los hierros, cueste lo que cueste, para sacar a al dictador y su pandilla del poder. Esto pasó en 1958, cuando salió Pérez Jiménez y pasó en 2002, contra Chávez. Esta alternativa es más una posibilidad que una probabilidad a corto plazo, porque todavía demasiados venezolanos piensan que lo que está pasando en Venezuela le está pasando “a otros” y no “a ellos”. Hace pocos días, para citar un ejemplo, en La Campiña hubo gritos de júbilo y celebración vecinal. La razón? Que, después de tres meses, había llegado a la zona un camión de recolección de basura. Para muchos venezolanos las migajas remanentes de eficiencia en el manejo de lo público se han convertido, de manera perversa, en un motivo de alegría. Así no hay insurgencia masiva posible.
El segundo camino es el de utilizar todas las herramientas posibles para terminar con la dictadura. El voto es una herramienta más. Al ir a votar el 26S no estoy eliminando la posibilidad de mantener la presión popular contra el déspota. Por el contrario, la votación se convierte en parte del proceso de presión. Es una iniciativa que puede resultar en una derrota importante para el déspota si cuidamos el proceso con la debida atención. Es una iniciativa que pudiera desencadenar una insurgencia popular, si el robo es descarado o si el dictador se niega a aceptar una derrota. Es una iniciativa que forma parte de un abanico de opciones que no excluye la insurgencia y la protesta y qué puede provocar nuevos errores estratégicos de un dictador mentalmente desequilibrado, quien ya está cometiendo demasiados errores. Voy a ir a votar el 26S para reafirmar mi creencia en una Venezuela que existió, una Venezuela democrática, de gente cordial y decente, de adversarios y no de enemigos, una Venezuela culta que escuchaba a Uslar Pietri en “Valores Humanos” y no a Hugo Chávez en “Alo Presidente”. Una Venezuela de Picón Salas, Andrés Eloy Blanco y Aristides Calvani y no del lodazal ético donde habitan Dario Vivas, Tarek William Saab o Isaías Rodríguez.
Voy a votar el 26S porque creo que la democracia, la educación y el civismo representan el único camino que vale la pena transitar, para rechazar el atajo repleto de basura material y espiritual que transita el paracaidista. Y no renunciaré a mis otras armas.