Votar, votar, votar…
Sólo el ejercicio de un derecho político y ciudadano separa a Venezuela de caer en el abismo del fracasado modelo comunista, del Castrocomunismo alabado como el “mar de la felicidad” por el gobierno nacional.
Ese derecho es constitucional porque está consagrado en nuestra Carta Magna, en los artículos 63 y 64, y concede al ciudadano poder de decidir en forma libre y secreta el rumbo que tomará el país, el destino de las familias y de las nuevas generaciones, como nos depara la cita de este próximo domingo.
Ese derecho político está enmarcado en un solo y sencillo verbo: votar, el cual se traduce actualmente en Venezuela en la acción y opción de rescatar la democracia social e impedir las políticas orientadas a destruir la propiedad privada, confiscar empresas y limitar las libertades, que forman parte de un modelo autoritario de gobierno, indeseable, injusto e inapropiado para los venezolanos.
Votar con libertad el 26 de septiembre por la opción de la democracia social y en rechazo al castro comunismo, es el camino, la vía para romper con ese marco de presiones, coacciones e intentos de comprar la conciencia de aquel venezolano que trabaja en la administración pública y es obligado a participar en marchas oficialistas, a escuchar interminables discursos de ofertas engañosas y quien recibe un tratamiento de títere, de súbdito.
El sufragio del 26 de septiembre es totalmente secreto y ningún partido político, gobierno o personalidad tiene la gracia divina de saber por quién votó el elector, de ahí que todo venezolano tiene un momento único frente a la máquina de votación de rechazar el comunismo y contribuir a que Venezuela caiga en ese precipicio que nos conduce el gobierno nacional y los actuales diputados de la Asamblea Nacional.
Votar es la única consigna. Votar por el modelo de país libre que aspiramos encierra ese derecho político y democrático que todo venezolano debe preservar por encima de imposiciones y regalos populistas; de amenazas y frases bonitas que sólo usa el gobierno nacional en las campanas electorales porque de resto aplica el verbo de la violencia, de la división, de la discriminación.
En esta ocasión, más que un deber y un derecho, votar por la democracia social es, sencillamente, la perfecta ocasión para arrancarle el país de las manos a un gobierno nacional que en su accionar sólo pretende aplastar la libertad del ciudadano. Nadie en Venezuela debe faltar a esta trascendental cita del 26 de septiembre. Votar, votar, votar…