Mal perdedor
A menos de un mes de las elecciones parlamentarias, el “gran líder”, en uno de sus acostumbrados arrebatos en cadena nacional, y violando sin rubor, las estipulaciones del CNE acerca del ventajismo político, nos lanza éste tranquilizador mensaje: “que su revolución es pacifica pero que está armada”, de igual forma, y como complemento, de su talante abiertamente anti-democrático, nos dice, que la “burguesía traidora”, que a su vez es lo mismo que la “oposición apátrida”, sólo persigue un objetivo: sacarle del poder.
Hay que recordar que en un sistema democrático como el nuestro, aunque cercado, más aún vigente, la participación política es un derecho consagrado por nuestras leyes y que el “gran líder” actúa al margen del Estado de Derecho cuando envilece a sus adversarios. La amenaza real, no es otra, como la del niño malcriado y grosero que pierde en el juego, y siendo mal perdedor, desconoce al que ganó. Si no gana limpiamente, entonces, arrebata. Algo que el Alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, ha vivido en su propia piel.
La campaña comenzó bajo la idea de que el “portaviones” llevaría a sus acólitos, una vez más, por la senda del triunfo. Más de media Venezuela está adornada con el rostro del “gran líder” invocando una victoria, que luego de doce años de desgobierno, ya no luce tan fácil de conquistar. El “gran líder” sigue remando a contracorriente de la mayoría de la ciudadanía que percibe con suspicacia y desconfianza el empeño de imponer un proyecto imperial. Cuando lo normal en democracia, es compartir los espacios de poder, no obtener su hegemonía aplastando a los adversarios. El “gran líder” ha sido apenas “demócrata” y partidario de las elecciones porque le han convenido cuando ha sabido salir victorioso, pero intuimos, que es un mal perdedor. Y a todo auténtico demócrata le toca perder, y reconocerlo con hidalguía, en algún momento de su vida política.
La naturaleza o talante totalitario del “gran líder” no se puede disimular y por eso ya no se siente tan cómodo entre los procesos electorales, habida cuenta que su desempeño como gobernante ha sido un fracaso. Su entorno le abandona, la gente humilde ya poco le cree y la oposición ha sabido rehacerse y hoy se torna en una saludable alternativa de reemplazo.
El “gran líder” juega con fuego junto a sus más fanáticos partidarios, que ante una eventual derrota, han jurado hacer picadillo a la llamada “contrarrevolución”, término éste anacrónico, fuera de lugar, dentro de lo que es una contienda democrática de carácter electoral, participativo y plural. El chavismo se condena a sí mismo, y moralmente, ya está derrotado en términos de salubridad democrática, cuando bautiza su campaña como una: “demolición a la oposición”. Bueno, no seamos ingenuos, no podíamos esperar más luces de un militar que cree que Venezuela se gobierna como en el cuartel.