En honor a Peña Esclusa, combatiente ejemplar
He tenido el honor de conocer personalmente a Alejandro Peña Esclusa, a tratarlo pocas veces, es verdad, pero con un alto grado de cercanía, de cariño y respeto. Y con un profundo entendimiento político. Tenemos dos grandes amigos comunes, Armando Godoy y su bella y solidaria esposa, Aloma Henríquez. Y nos une, a todos nosotros, un compromiso irrevocable con la libertad y un amor sin límites por la convivencia democrática. Y por nuestra bienamada patria común: Venezuela.
Me duele su injusto encarcelamiento, como me han dolido en el pasado la prisión de Richar Blanco y Oswaldo Álvarez Paz, la de nuestros comisarios y policías encarcelados y condenados a insólitas penas perpetuas por razones estrictamente políticas, y como también me duele la cárcel que sufren contra toda justicia mis amigos personales, Ernesto Rangel y Hermann Sifontes y como ayer me dolió la de Eligio Cedeño, a quien no he tenido el gusto de conocer, como también me duele y me indigna la prisión de la jueza Affiuni, a la que tampoco conozco. Me duele su sufrimiento, pues criado por una familia que hacía del honor y la justicia su más preciado bien, así fuera de una pobreza extrema, he heredado de ellos la vocación libertaria y la decisión de dar la vida, si necesario fuera, por defender la de mi patria. Que es ésta que amo entrañablemente.
Sólo la canalla policiaca y jurídica de un gobierno ilegítimo, surgido de una usurpación y que hace del despotismo su profesión de fe, pueden tramar el encarcelamiento de un hombre cuyo único delito es ir por los caminos del mundo demandando el fin de este régimen seudo democrático y el regreso al pleno imperio de la ley y la justicia. Ha puesto Alejandro Peña Esclusa todos sus modestos bienes al servicio de esa campaña de civismo y justicia. Lo ha hecho en la más absoluta soledad, pero blindado por convicciones de una inmensa fortaleza moral. Ello lo ha llevado a ser reconocido y respetado internacionalmente. Sin que ese prestigio, que le reconocen máximas autoridades continentales, organizaciones liberales de los Estados Unidos y gobiernos como el hondureño, surgidos de las luchas que promueve Peña Esclusa para nuestro país – como igualmente lo hacemos la inmensa mayoría de los opositores democráticos de esta Venezuela aherrojada – , encuentre el eco que merecería cosechar en nuestro propio país.
Es esa extraña distancia entre sus honrosas y valiosísimas ejecutorias internacionales y la indiferencia o apatía que encuentra en los sectores dirigentes de nuestro país y los medios, lo que permite su encarcelamiento, tramada tras la siembra de pruebas indignantes, como es fácil imaginar ante un gobierno forajido y una justicia del horror como los que hoy sufrimos.
Por ello, y de la misma manera que lo hiciéramos con las injustas prisiones de Richar Blanco y de Oswaldo Álvarez Paz, liberados gracias al esfuerzo de todos, debemos luchar sin denuedo por obtener la justa liberación de nuestro querido combatiente solitario Alejandro Peña Esclusa. Y acogerlo en el seno de nuestra oposición, sin mezquindades ni pequeñeces. En esta lucha por la libertad, todos los venezolanos de bien son necesaros. Y Peña Esclusa lo es en un grado máximo.
No debemos permitir que Alejandro Peña Esclusa sea pasto de la indiferencia, como lo fuera Franklin Brito. Merece un puesto de honor en la vanguardia de nuestras luchas. Obtengamos su liberación para que además de la gesta que libra internacionalmente, sume sus fuerzas a las nuestras. Es un compromiso moral.