Opinión Nacional

Una semana apenas

Una semana apenas para que el chavismo adquiera el pase que le permita continuar profundizando  el deterioro que es el único legado que le deja al país después de 11 años de desgobierno, o la oposición empiece a ponerle fin a una catástrofe política, no solo infame por el daño  que le ha inferido a la estructura física del país sino, igualmente, por las fracturas con que han mellado su integridad y autoestima.

De modo que no hay dudas en cuanto a las opciones a elegir, pues, ilusiones ya no hay, esperanzas tampoco y expectativas en cuanto a que algún milagro caído de nadie sabe que rincón de la historia cambie las perturbaciones  de Chávez y su pandilla, mucho menos,

No es, por tanto, cuestión de propaganda, ni de mensajes, ni de esfuerzos más esfuerzos   menos para convencer a los 17 millones de electores venezolanos, sino, simplemente, de invitarlos a extender la vista y no apartarla, por muy duro que sea, del río de sangre de más de 100 mil venezolanos (en su mayoría jóvenes) asesinados en el último decenio.

Pero también los oídos, por más que aturda el llanto de madres, padres, hijos, hermanos y compañeros de trabajo, azorados entre morgues  donde no hay espacio ni tiempo para atender tantos fallecidos, ni hospitales, clínicas y ambulatorios con médicos y material quirúrgico para atender los heridos.

O sea, que como tantas otras revoluciones, la de Chávez también es otra alharaca, un empeño para que voces, letras e imágenes sustituyan –o pretendan sustituir- mares de sufrimiento y descontento que, por los mecanismos con que se perpetran, son de los más rígidos y estériles que conoce la historia,

“Logocracia” la llamó en los tempranos 50 una de sus víctimas más lúcidas, el poeta, ensayista y novelista lituano, Czeslaw Milosz; como “ideocracia” la etiquetó poco después (1953), Waldemar Gurian, y fue, Cornelius Castoriadis, quien habiendo catado el experimento en  los cincuenta, sesenta y setenta pasó a definirlo  como “capitalismo burocrático total” en 1978, y “estratocracia” en1982.

En fin, que elementos, combinaciones y compuestos del laboratorio que ha conducido a la “pajocracia, ruidocracia o lorocracia” chavista y venezolana, que siendo un fenómeno de finales del siglo XX y comienzos del XXI, ya tenía pocas o ninguna novedades que contar y así la tomó por hablar no más, por expeler cuanta nadería, insensatez y ripio se le viene a la cabeza a su jefe, haciendo del ejercicio de gobierno, por primera vez en la historia, una marcha en retroceso donde sus antecesores ya cavaron las tumbas donde descansan, no precisamente en paz, el presente y hasta el futuro

Y todo relatado con el enorme potencial que ofrece el  desarrollo de las tecnologías de la comunicación y la información (las llamadas TIC), que le ha permitido introducirse en el último rincón del inconsciente colectivo venezolano, sin dejarle tiempo para escapar, huir, guarecer y evitar lo que es el bombardeo de lugares comunes más implacable, envolvente y lacerante que ha sufrido sociedad alguna,

Disparado  por el “Big Brother” en persona, que ya nos convoca a una guerra, ya a una paz con el mismo país que guerreaba ayer, ya a construir un gasoducto que puede darle la vuelta al mundo, ya a emplazar centrales nucleares para amenazar a amigos y enemigos, ya a admirar la juventud del expresidente cubano Fidel Castro o condenar  la senectud de Barack Obama, ya a rendirnos ante su propia sabiduría o hacer mofa de los idiotas que del renacimiento a la revolución industrial y de esta a la era de la electrónica y del mapeo del genoma humano, vienen cimentado la civilización democrática basada en la constitucionalidad, la alternabilidad, la independencia de los poderes y la defensa de los derechos humanos.

Pero lo peor es que pretende imponernos una versión de la historia nacional de su propia cosecha, un folletón guionable para cineastas de la Villa del Cine, donde héroes y villanos son masticados y regurgitados para que  no contradigan los mitos y leyendas en los que Chávez aprendió sus primeras y últimas letras.

En definitiva, que las líneas generales de un drama que no necesita más aderezos ni exordios, pues tiene que estar tatuado, guardado en la conciencia de la mayoría de los electores venezolanos que votarán el domingo por el fin del principio.

Y ahora unas líneas para la oposición democrática, para la variopinta, diversa, imprescriptible, plural, e irremplazable oposición democrática venezolana, una mayoría de compatriotas enfrentada a un gobierno autoritario, despótico y ventajista que por primera vez, después de 11 años, ha hecho todo lo posible por perder y da muestras de cansancio en todo, menos en su vocación de seguir destruyendo a Venezuela.

Lo cual no quiere decir que va a curarse o corregir su adicción por los gestos, por los delirios, por las fantasías de que está haciendo una revolución, lo cual le permite ponerse al margen de la ley moral, humana y social y continuar  los gritos.

Un engaño que, debe reconocerse, le concitó algunos apoyos y beneficios de la duda en el exterior, pero que ya, puesto al desnudo,    lo tienen empollado como un pajarraco descamado y desplumado cuyo interés ya no llega ni a las revistas que reseñan excentricidades.

“El socialismo del siglo XXI no lo entiende nadie y mucho menos Chávez” le dijo recientemente el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, Alán García declaró también  que estar llevando a un país por los vericuetos del siglo XXI es como comprarle un billete sin retorno al infierno, y Fidel Castro, el propio Fidel Castro, le dice a un periodista norteamericano que “el modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros, los cubanos”.

De modo que mejor campaña publicitaria, ni mejores  publicistas no los había contratado sector político opositor venezolano alguno, que solo debe mostrar las obras del socialismo, o lo que queda de él, para que el pueblo entienda que la opción es por rescatar a Venezuela.  .
          O condenarla a  un  laberinto de consunción lenta, de disolución progresiva que en el curso de los años la transfigure en un reguero de amasijos, basureros, chatarras, miasmas, ya para tropezárselas  en los caminos, ya para que nos impidan la salida de las casas o de las cárceles.

Con razón Fidel Castro está terminando sus días con un gemido: “El socialismo cubano no es una solución para  nadie, ni para nosotros los cubanos”.

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