Cilia: recoja que se va
Se escucha en cada lugar. Es un grito colectivo que crece cada día.
Han pasado más de once años y los venezolanos ya están cansados de esta farsa. Han sido once largos años de errores, inconsistencias y malas decisiones que han llevado al país a lo que somos; unos de los peores lugares para vivir, una sociedad llena de violencia, con signos evidentes de “desprogreso” y de “desgobierno”.
Un país se construye desde sus leyes. Son las leyes las que organizan a los ciudadanos, los que promueven sus conductas sociales, las que arman el juego estratégico que hace que el país sea lo que es. A la Asamblea también le corresponde el control sobre las acciones del poder ejecutivo. El poder ejecutivo es para ejecutar las leyes, para ponerlas en práctica y para asegurarse que los ciudadanos nos rijamos por ellas. Al que se sale de la ley, lo persigue el poder judicial. Ese es el orden de las cosas. Esa es la distribución elemental de tareas.
Si alguien tiene culpa de lo que aquí sucede es la Asamblea. Esa es la responsable de que estemos como estemos, de la libertad absoluta que se le ha permitido a un presidente que perdió el rumbo hace mucho tiempo. La Asamblea llena de caras y brazos complacientes, ha arrastrado al país hasta donde está y ha permitido, avalado y respaldado el desmadre que hemos observado. Cilia Flores, al frente de ella -por unos periodos- tienen una cuota de responsabilidad altísima. El pueblo, el que dicen amar, los está esperando este mes que comienza para pasarle una facturita, que nos están debiendo. Vístase de rojo, recoja lo que tiene en la gaveta, despídase de las prebendas, ponga en orden las pañoletas y prepárese para darle el puesto a otro u otra.
Como Cilia, desaparecerán de la Asamblea una cantidad de deslucidos asambleístas que no hicieron el trabajo que este pueblo necesita. Muchos de nuestros empleados que dejaron morir a Brito y los mismos que está dejando morir a nuestro país. Los que dejaron que regaláramos el patrimonio, los que no reclamaron los maletines verdes de Antonini, los que le dejaron pasar a Ramírez las más claras muestras de incompetencia y los que no preguntaron en qué lugar enterraron la inversión que debieron dedicar a mejorar nuestra infraestructura eléctrica. Los mismos que se niegan a hablar de los contenedores de comida perdida.
En cada elección siempre tenemos una expectativa. En esta en particular, se llevarán una gran sorpresa. Tal como ha sucedido en otros ambientes electorales, aquí va a resultar una gran sorpresa. Usted y yo, en elecciones anteriores, no habíamos escuchado el rumor de fondo que hoy estamos escuchando. El taxista, el buhonero, el primo, la hermana y cuanto ser se acerca a uno, expresa –ahora a viva voz- un descontento que nunca sentimos en elecciones anteriores. Ellos lo saben. Están claritos. Debajo de las piedras y de las encuestas hay un puño de votos escondidos. Prepárese para celebrar, sobraran votos el veintiséis y Cilia tendrá que entregar la silla.
Enrique Pereira