Productores del Sur del Lago
Pedro E. Piñate, editor de las Notas Agropecuarias de Venezuela, en su edición del pasado 9 de diciembre con motivo de la nueva arremetida violenta del régimen castro-chavista contra los productores agropecuarios, nos recordaba el criminal pensamiento del Ché Guevara: “Hay que llevar la guerra donde el enemigo la lleve: a sus casas, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle que tenga un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego… atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerle sentir una fiera acosada por cada lugar que transite”.
Pues bien, la orden de Chávez a sus paramilitares, uniformados o no, la ejecuta el Ministro de Agricultura y Tierras, Juan Carlos Loyo, disfrazado de guerrillero criollo, con franela roja, la cara del Ché en el pecho y pistola al cinto, en las tierras del Sur del Lago de Maracaibo, las de mayor productividad del país, en contra de verdaderos héroes nacionales que convirtieron pantanos en paraísos para trabajar y producir. Todo forma parte de la convicción que tiene el Jefe del Estado de que esta nación ya no lo soporta. Está harta y fatigada. Anhela un cambio radical y profundo. Sabe que se le acabó el tiempo, que su desprestigio es tan bien ganado como irreversible y que el pueblo sueña con el día en que se produzca el final de su ejercicio presidencial. En condiciones normales no tiene como mantenerse. Llegó la hora de la verdad, de ser fiel a las prédicas revolucionarias de Fidel y las orientaciones guevaristas o de, finalmente, someterse a una constitución que impone un orden jurídico y no aguanta más violaciones, poniendo punto final a esta criminal aventura socialista. Opino que está tomando el primer camino, desafiando la cultura democrática que alimenta a los hombres y mujeres de trabajo de Venezuela. Apela a la violencia.
Lo que está haciendo en esa sub-región que incluye a Santa Bárbara del Zulia y El Vigía de Mérida, es criminal y contra el interés nacional y violenta derechos humanos fundamentales. Para el momento de escribir no sé si hay desenlace, pero no tengo dudas sobre la profunda herida que Hugo Chávez ha provocado en lo más profundo del alma de los productores zulianos, merideños y tachirenses. Se suma a la infinidad de agresiones contra seres humanos que en todo el país han visto reducido el espacio para la libertad, para ejercer la propiedad y levantar sus familias en un clima adecuado de seguridad jurídica, de las personas y de sus bienes. El tipo se colocó definitivamente al margen de la Constitución, del ordenamiento jurídico específico, del sentido común y en contra de la decencia y la dignidad. Por algo el Instituto Nacional de Tierras, INTI, es señalado como refugio de presuntos terroristas internacionales, con mercenarios uniformados a su servicio. Crímenes de lesa humanidad que siguen engrosando el expediente en la Corte Penal Internacional de La Haya. La justicia los espera… también en Venezuela. Nada es eterno. Está jugando con candela