La victoria es posible
La victoria es el triunfo de la paz sobre la guerra, de la dignidad frente al oprobio, de la razón y la ética ante la barbarie funesta. De la consciencia y la bondad sobre la irracionalidad y la mala fe. No tengo respuestas académicas, lógicas, ni nada de eso para sustentar mi punto de vista, casi digo mis sentencias, mis tesis, pero en mi existencia no podría decir la victoria del crimen, del odio sobre la vida y el amor, aun cuando si a ver vamos, tal vez en estos siglos desde casi el comienzo haya salido tan exitoso el mal, pero jamás ha podido derrotar al bien. Se que esta dicotomía bien/mal no es del todo consistente, que ha sido manejada con tal relativismo y arbitrariedad que ha respondido mucho más a intereses de poder que a la verdad. Pero, siempre aún incompleta, inconsistente incluso, hay en la idea, en la noción del bien, algunos elementos reales que dan vida a la verdad y vida al bien, mientras el opuesto, el mal, siempre es la negación de la verdad, la destrucción de la vida, la negación de la libertad. La libertad es parte del bien, cuando la libertad es tolerancia, respeto al derecho ajeno, reconocimiento del otro y de ese modo reconocerse uno a sí mismo, saber de sí porque reconocemos al otro. La opresión, la dictadura, el terror, el fundamentalismo, el dogmatismo y muchos más de esa misma especie son parte trágica del mal. Las otras cosas de la sociedad podrían manejarse con entereza si asumimos que podemos por voluntad hacer el bien y enfrentar con éxito a quienes practican el mal como modo de ejercer su poder y de su modo de ser. Recién ha, un buen conjunto de doctorantes me dieron el honor de conversar con ellos sobre ética, y asumimos como principios para trascender, el primero, que ya es tiempo de superar a Aristóteles en cuanto a hacer la ética parte de la política, preferimos hoy afirmar que si se quiere hacer política para la libertad, y la libertad es equidad, sabiduría, consciencia critica, arte, ciencia, y más, como las bases, los fundamentales de la calidad de vida, de la vida buena, la política debe ser parte de la ética. Y afirmamos, como un segundo principio, que las relaciones con la naturaleza necesariamente hay que sustituir concepción aún vigente, de hacer del hombre un ser especial, dueño y señor de la naturaleza, en lo cual se ha avanzado ya mucho. Y es esa conquista del pensamiento, de la ciencia, de asumirnos como ser natural, sin que ello niegue nuestra cualidad de ser social, de homo ludens, de homo faber, etc. cuyas limitaciones quedan superadas por esta nueva concepción, nos obliga a establecer una relación dialógica hombre-naturaleza, como la única alternativa para salvar y garantizar la vida. Sabemos, pues, lo que es éticamente válido en nuestras relaciones con la naturaleza, porque ya está comprobado, que el camino seguido ha provocado ya muy graves daños y se prevé que estamos apunto de una catástrofe, de continuar del anterior modo. Sabemos, pues, lo que está bien y qué y cuanto hay de mal en lo que se hace y hacemos.
Vemos, pues, hoy nacer una nueva ciencia, una nueva filosofía. Y debiéramos impulsar una nueva política. A nivel del mundo ya no es posible decir nihil novum sub sole. Muchas cosas nuevas ocurren bajo el sol, y al mismo sol le ocurren cosas nuevas. Ya esa nueva política anda danzando por ahí. Los casos más recientes Mandela y Obama. Sus victorias no son el triunfo de las razas sobre otras, es el triunfo de la razón y la ética que se abren caminos. Que la realidad imponga crueldades todavía, que el “imperio” tenga reglas que lejos están muchas del bien, nadie podría negarlo, pero es torpe, probablemente una estupidez, desconocer que hay algo nuevo que ocurre bajo el sol. La cultura, en este caso como consciencia social, política, humana, va imponiendo sus nuevas reglas de juego: la igualdad del hombre, más no su identidad. La libertad, en sus expresiones concretas: justicia, equidad, calidad de vida, arte, ciencia. Las sociedades cuyos regímenes intentan hacer a sus gentes, a su pueblo, idénticos los unos a los otros, requieren de monstruosidades dogmáticas, fundamentalistas, en el plano de las “ideas” y, para hacerlas concretas, de violencia implacable: el terror. Acciones dirigidas a que el ser humano, el ser social, pierda su capacidad de reflexión, su capacidad de pensar, su capacidad de hacerse en el desarrollo de su trabajo, de su formación, de su educación. Las sociedades homogéneas requieren no de individuos con consciencia de su mismidad solidaria, sino de seres abúlicos y aun, peor, seres donde habita la ataraxia. Momias, sombras, en lugar del Hombre!
En el país donde yo vivo, las cosas andan muy mal. El poder y su máximo líder parten de una falacia: al pueblo –cuyo manejo interesado desdibuja, desnaturaliza esta palabra -lo une el odio y ese odio dinamiza su acción pseudo-solidaria. Pero aun ese odio, que pudiera ser un hecho cultural generado por la miseria, pero asimilado ya incluso genéticamente, es abonado, cultivado, como falsa consciencia desde fuera, desde los cenáculos del poder, para garantizarse en él y preservar sus intereses, así entonces se alimenta la envidia como una especie de razón moral y se impulsa la rabia como su mas eficaz arma. Cuando se unen rabia y envidia y es aquella en buena aparte causada por esta, tenemos una sociedad sin capacidad de crecer, de crear, y, lo peor, de amar. Tenemos una sociedad entregada al dictador, asumido como su salvador.
Pero no es fácil destruir completamente la consciencia humana. El conflicto entre lo ético y lo inético, que vive en el conflicto entre la verdad y la falsedad, entre la rectitud y la mentira, entre la libertad y la opresión, la democracia y el absolutismo, no sólo es mas complejo, mas profundo, menos dicotómico, sino que es el permanente conflicto entre la libertad como proyecto superior humano para su realización plena y la esclavitud como concreción del oprobio, de la fuerza. En esa dirección se dan grandes luchas. Permítame, lector, referirme a una, la de Franklin Brito. Me habría gustado decir que el Señor Brito murió de un paro cardiaco o una de esos nombres con los cuales nos bautizan los necrólogos la muerte. Pero no, de nada de esto ni de nada que físicamente merezca un sustantivo de las autopsias puestos. No. Franklin Brito fue asesinado por el silencio del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. El silencio es la mas miserable y vil de las armas al cual el poder máximo recurre para demostrar su indolencia, para probar su insania, para atemorizar con su maldad. Una simple respuesta del señor presidente habría sido suficiente para evitar que la dignidad que vive en Brito, tuviera que llevárselo vestida de muerte, pero mediante la cual Brito pone en evidencia, demuestra, lo mas perverso de esta cosa sine nomine que se llama proceso revolucionario o con un nombre sin denotaciones, socialismo del siglo XXI que ha hecho de la muerte su fin último. Patria, socialismo o muerte, así se reitera la esencia criminógena y criminal de ese proceso. La patria es mucho mas que el espacio donde vivimos, cohabitamos, limitamos. Patria es un lugar moral donde existimos, es un lugar de amor donde vivimos, es un lugar de sueños para la vida libre de nuestros hijos y de los hijos de ellos y de todos cuantos de ellos y de otros padres, hijos, nietos vendrán. La patria es el lugar del canto, de la armonía, es la amante perpetua que anida en el alma e impulsa al corazón a palpitar.
Hugo Rafael Chávez mañana en tiempo breve que vendrá ya no podrá esconder que su silencio es un monstruo, un morboso grito, un alarido de aquí hasta el universo mediante el cual realiza su soberbia. Sus secuaces gritan cuando alguien pide un diálogo, un debate con usted, que Dios no debate con nadie, que “águila no come moscas”, Aquila non capit muscas, sentencia atribuida a César, y que tantos Silva de esos que bien cobran por defender el proceso, dicen de usted porque, además de asumirlo como mesías, es también un héroe como César. César, Señor, no olvide, tuvo un Brutus, tal vez musca! De esos tanto que le rodean y aplauden.
Cuando pase el tiempo no sabremos de usted por usted mismo. Será recordado por el silencio mediante el cual tapa como los gatos la corrupción, la inmoralidad, pero mas, será recordado porque su silencio asesinó a Franklin Brito, que señor, ojalá sea el último y no el primero de una serie de Hombres que con su vida nutran su avaricia, su gula, su lujuria, su concupiscencia y su soberbia de poder. Usted aparecerá como eso, lo recordarán como a tantos Herodes, como una curiosa combinación de Savonarola y Torquemada con los delirios de Adolfo y de Benito. Empero, Señor, hay un silencio bello, bueno es el del sabio que se mide para ayudar al prójimo, la del ser que calla dando su alma para salvarnos pero que nadie sepa, y el del buen Dios que habla con el milagro. Lejos de usted, señor, ese silencio. No es lo propio de usted, que vocifera, grita para escucharse mejor su difamación y su diario maldecir a quien no aúlla amén a cuanto hace y diga.
Perdone usted, lector, pero no tengo nada más que decir: Franklin Brito Vive, viva y vivirá por siempre. Aleluya a la gran dama, esposa del Señor, que señor es, Franklin Brito, quien pidió para usted, HRCHF, la misericordia de Dios, con tanta fe que llevaba consigo el perdón como si rezara a plenitud de alma, a plena fe, y viviera la grandeza del Padre Nuestro.