El presidente y las mujeres
A María Corina Machado, venezolana ejemplar
Complejo, oscuro y nada edificante ha de ser un expediente rotulado “Las mujeres y el Presidente”. Sobran las organizaciones de defensa de la mujer como para que se hagan cargo de redactarlo y hacerlo público en el mundo entero. Entre otras causas, por el sufrimiento que les causara directa o indirectamente a decenas y decenas de miles de sufridas mujeres venezolanas, que perdieran sus hijos y sus esposos, sus trabajos y su seguridad económica y jurídica. Incluso su vida. De ellas y de sus familias.150 mil homicidios en 12 años de gobierno y más de veinte mil despidos injustificados del personal altamente calificado de PDVSA – por sólo mencionar un caso – representan cientos de miles de madres de familias afectadas. Que se vieran entregadas a la discriminación de quien no comprende a las mujeres sino como instrumentos de dominación. Pues ese expediente deberá cubrir no sólo los sórdidos aspectos de aquellas mujeres maltratadas por el comportamiento y las políticas del Jefe del Estado. Sino también el de aquellas mujeres que se prestaron a colaborar en el maltrato a sus semejantes. “Las mujeres del Presidente”. Desde juezas a fiscalas, desde parlamentarias a alcaldesas, desde periodistas a funcionarias.
Por cierto: una mujer de excepción, hija de un uniformado que bajo el gobierno de Salvador Allende se ocupara de la distribución de alimentos de manera eficiente y digna, sin que se le pudriera un solo kilo de los alimentos que debía repartir entre la población de su patria y que antes se hubiera ahorcado que permitir enriquecer a su familia, a sus validos, a sus aliados o a los gángsters de su entorno – que ni él ni su Presidente los tuvieron ni por asomo – acaba de ser designada subsecretaria de las Naciones Unidas para hacerse cargo de la defensa de la mujer en el mundo. Su nombre: Michelle Bachelet. Hija del general de Brigada de la Fuerza Aérea de Chile Alberto Bachelet, asesinado bajo las presiones de otro militar golpista, avieso y traidor, llamado Augusto Pinochet.
Puedo apostar mi cabeza a que una mujer como Michelle Bachelet no ha aceptado ni siquiera acercarse sentimentalmente a uno de aquellos personajes del lamentable folklore del machismo latinoamericano, de esos que le ofrecen “darle lo suyo” en público y en cadena nacional esa misma noche a la pobre mujer que haya caído en sus garras. Y que antes de permitir que uno de esos caudillos de espolones le hubiera dado una paliza y la obligara a aparecer en público blindada tras unas espesas gafas de sol le hubiera cortado su mano de un solo tajo. Mujeres como ella y como la presidenta Violeta Chamorro, esposa de otro asesinado por una dictadura, se hacen respetar. De palabra y de hecho. Pues hay que ser un canalla para golpear a la propia mujer, y un politicastro sin fuste ni envergadura para pretender humillar en público a una mujer valerosa, inteligente y culta, valiéndose del poder omnímodo de todo un Estado subvertido y ultrajado, humillado y ofendido por la felonía de algo tan oprobioso como la Venezuela de los coroneles.
Desesperado por el tsunami que se le avecina y la irreversible caída en el abismo de la impopularidad – ya lo cacerolean las mujeres aguerridas de Caricuao en su propia cara -, Chávez las ha enfilado contra una de nuestras más admirables mujeres: María Corina Machado. Lo hace con premeditación y alevosía abusando de cadenas presidenciales y fortalecido – ¡vaya su coraje! – tras las bayonetas y la impunidad que le aseguran las instituciones envilecidas por las mujeres que en muy mal momento aceptaran servirle. Valiente macho vernáculo y criollo que ofende a las mujeres de la patria y a sus mejores hombres, creyendo que será él quien designe a quien muy pronto arrastrará el piso con sus despojos.
María Corina tiene la estatura, la dignidad, la entereza y la cultura, así como el don de mando y la capacidad gerencial, como para ocupar el cargo que este teniente coronel de mala muerte ha prostituido hasta extremos intolerables. Como muchas otras mujeres venezolanas, que jamás habrían llevado el cargo y la patria a las honduras a las que la ha llevado este varonil ejemplar de la vileza nacional. Periodistas, sociólogas, economistas, doctoras, empresarias e incluso amas de casa destacadas por su inteligencia y patriotismo que las convierten en representantes de lo mejor de nuestra bien amada Venezuela. Algunas, rectoras de nuestras principales universidades como Cecilia García Arocha. Otras valientes expositoras de los males incubados en nuestras fuerzas armadas, como Rocío San Miguel. Periodistas de intachable trayectoria que arriesgan a diario su vida comprometidas con la dignidad y la verdad de su oficio, como Marta Colomina o Marianella Salazar. Y así tantas otras, en una lista interminable de ética, responsabilidad e inteligencia. Todas ellas, llegado el momento, ocuparán los cargos que el destino y los ciudadanos de nuestra patria decidan asignarles. No tendrán que pedirle permiso a quien pasará a la historia de la infamia como el peor y más dañino presidente de Venezuela en su maltratada historia bicentenaria.
Por eso es bueno repetirle en su rostro lo que con tanta dignidad le dijese esa joven madre y muy pronto diputada de la República, María Corina Machado: respete a las mujeres venezolanas, señor presidente. Y yo le agregaría: respete a la patria, respete su cargo, respétese a sí mismo.