Opinión Nacional

CAP no renunció

Al ser reelegido Carlos Andrés Pérez como Presidente de Venezuela para el período 1989-1994, apoyado por una caudalosa votación, tuvo que enfrentar una complejísima situación social, política y económica, heredada de Jaime Lusinchi (1984-1989), quien había logrado evadir la toma de decisiones que afectaran el triunfo de de su compañero de partido.

Una vez en el poder, CAP no pudo hacer lo mismo. Sólo un dato puede esbozar la crisis: 300 millones de dólares era el exiguo monto de las reservas internacionales. Para revertir tal desastre a CAP lo convencieron y se convenció de cambiar el rumbo de la economía nacional y por ello impulsó un programa de shock que intentaría modernizarla y liberalizarla. 

En cuanto a lo estrictamente político, CAP había dado su palabra en enero de 1988 para abrir paso a la reforma que implantaría la elección directa de los gobernadores y la descentralización administrativa. Así, puso en una posición desairada a la mayoría del Comité Ejecutivo Nacional de su partido Acción Democrática (inicialmente opuesta), obligada entonces a aceptar este cambio que influiría tanto en la nueva correlación de fuerzas partidistas.

Son estos dos grandes retos (la reforma económica y la política) los primeros a enfrentar por Pérez en su segunda Presidencia. En otros muchos frentes tuvo que batallar “El Presidente” (eslogan principal de la campaña electoral) y también en otros tantos que él abrió con su manera de actuar y pensar.

Entonces vino la fastuosa toma de posesión bautizada “La Coronación”, el horror del Caracazo, la pérdida electoral para el partido de gobierno de los estados más poblados, la guerra interna de AD, la altísima inflación de los primeros años (1989 y 1990) para luego ser rebatida y lograr un extraordinario crecimiento económico, la apertura comercial y la oposición hipócrita de la mayoría de los grandes empresarios, la miopía presidencial ante la conspiración militar que estalló en los golpes fracasados del 4F y el 27N de 1992, el rechazo a CAP de la élite  movilizada, los cacerolazos de la clase media que exigían su renuncia, la indiferencia de las mayorías populares ante su declive, la crítica ilimitada de Los Notables (comandados por “el náufrago” Arturo Uslar Pietri y Juan Liscano, la demagogia de la telenovela “Por estas calles”, las coincidencias de Rafael Caldera (quien no quería que CAP le entregara la banda presidencial) con José Vicente Rangel y el Fiscal General Ramón Escovar Salom, la denuncia de los 250 millones de bolívares de la partida secreta, el antejuicio aprobado por la Corte Suprema y la suspensión del Presidente por el Senado de la República.

De todo ese proceloso transcurrir de aquellos años da cuenta el libro “La rebelión de los náufragos” (Caracas, Alfa, 2010), escrito por la venezolana Mirtha Rivero (1956). Es una exhaustiva crónica, muy bien escrita, que abarca todos los aspectos de la crisis política que culminó con la salida de CAP del poder en mayo de 1993, a escasos meses de finalizar su mandato constitucional.  

El relato de los hechos incluye algunas recreaciones literarias de sucesos, como sólo lo puede hacer un gran periodista o un narrador consumado, técnica vedada a un científico social que debe dar la referencia puntual de cada afirmación histórica. La narración va acompañada de acertadas observaciones que en ningún momento se decantan por la hagiografía o la condena de los protagonistas ni tampoco hace mención de los hechos ulteriores al período estudiado para tratar de hacer retroceder la historia. También incluye entrevistas de personajes con revelaciones y comentarios del mayor interés. Hasta la para entonces amante de CAP (hoy esposa), Cecilia Matos, confiesa los inicios de su romance, un frente íntimo que terminó igualmente pasándole factura. Es de agradecer la inclusión de una precisa cronología y de un útil índice onomástico. En fin, es un libro escrito para tratar de comprender lo que pasó, no para declarar quienes fueron los buenos y cuáles los malos. Cada lector puede hacer sus propias conclusiones e ir más allá del simple maniqueísmo de repartir culpas.

Este libro, que quizás sea el mejor editado en 2010 sobre política venezolana, tiene un error inmenso. En su contraportada dice que CAP renunció. Quien redactó tal nota no sabe de qué estaba escribiendo y ni siquiera leyó el texto de Rivero. Pero lo peor es que alguien que sólo lee las solapas y contraportadas de los libros puede quedarse con esa idea y aumentar su ignorancia de la historia. Le puede ocurrir hasta al insomne golpista que hoy habita la oficina de CAP.

 

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