Demolición y reversión
El jefe y animador de la campaña del oficialismo, Hugo Chávez, el “demoledor” de las instituciones del Estado, de la economía nacional, de la sociedad pluralista y del sistema de respeto pleno de los derechos humanos, está contra la pared. Los números no le ayudan. Su prestigio y su futuro cara al 2012 están en juego. De allí las constantes amenazas a la oposicion y sus ideas de “demolerla” el 26S. Las expresiones “la revolucion está en juego” o “los reventamos o nos revientan” son claros síntomas de angustia y debilidad; una simple reacción a los escenarios adversos que conocen los situacionales cubanos y otros que dirigen la politica nacional y orientan las declaraciones de la dirigencia bolivariana.
El 26S, a pesar del ventajismo y otras irregularidades, Hugo Chávez será el verdadero perdedor, por su fracaso, sus incoherencias y sus despropósitos; pero sobre todo, por la burla reiterada a los venezolanos, expresada en regalos de neveras y lavadoras, de tarjetas “socialistas” de consumo, de talleres “revolucionarios.”
La “demolición” del proceso y de su jefe de campaña no será solamente electoral. Después del 26S la “demolición” se traducirá en la reinvención del país, es decir, en su reordenación. La tarea comenzará apenas se instale la Asamblea, sin que necesariamente deba pensarse en un caos político por las diferencias que se plantearán entre los poderes públicos. Un debate racional y democrático tendrá que imponerse.
Con la nueva Asamblea se inicia un proceso de reversión, lo que no significa regresar a épocas pasadas superadas, sino al estado pleno de derecho, al espacio libre y armonioso en donde se respeten cabalmente nuestros derechos, al funcionamiento eficaz de los mecanismos de control del gasto público, a la lucha contra la impunidad, a una nueva época de independencia y autonomía de los poderes.
Desde luego, debemos esperar que el régimen, irrespetuoso por naturaleza, no desconozca y manipule los resultados y, después, intente acabar con la Asamblea, cuyas funciones están claramente establecidas en la Constitución de 1999, mediante la ficción de un poder comunal ilegítimo.
El camino a seguir a partir del 26S tendrá que ser el del diálogo político, del debate y de los acuerdos para lograr un país de todos y para todos, verdaderamente inclusionista. Podríamos pensar que el régimen abandonaría la zona radical para trasladarse al centro, en respuesta al país que se habría expresado en ese sentido el 26S; pero sabemos que Chávez no es amigo del diálogo, ni del centro, ni de los arreglos con las mayorías, como es el caso ahora. Tratará de imponerse para seguir adelante en la instauración de un sistema rechazado por todos.
Una maniobra en contra de la Asamblea significaría un “fujimorazo”, cuyas conscuencias en Perú y en la region recordamos con pesar. Sería un verdadero disparate que desde alguna sala situacional se cocine la destrucción de las instituciones y se establezcan límites a los poderes constitucionales de la Asamblea, en beneficio de un “poder popular” no representativo de los verdaderos intereses de los venezolanos, como groseramente lo hicieron cuando desconocieron la voluntad popular y el triunfo de Ledezma, en favor de una designación política inconstitucional, para que sometiera a los Alcaldes de la Capital en desacuerdo con el regimen.
El inicio del fin del proceso y la necesaria reinvención del país significan un nuevo momento que los bolivarianos tendrán que respetar, en beneficio de la tranquilidad de todos.