Autocracia cuestionada
No cabe duda de que el autócrata venezolano está viviendo malos momentos. La economía no podría estar peor – y lo saben y divulgan todos los analistas del mundo. Mientras todos los demás países de la Tierra acrecen su productividad y reducen sus tasas de inflación, en Venezuela el PIB cae en -5,8 por ciento; la producción industrial se reduce en -13,3%, y la inflación sube en +33,2%.
En el ámbito político interno, crece el descontento popular y la consiguiente deserción desde las filas del chavismo. Casi nadie duda de que el carisma del caudillo se ha agotado y que su credibilidad ha caído por debajo del 50 por ciento. La inaudita incompetencia de los ministros y administradores públicos, junto a los problemas básicos de inseguridad, inflación, desabastecimiento y amenazas contra la pequeña y mediana propiedad privada erosionan cada día más la aceptación del régimen.
Al mismo tiempo, se torna cada vez más dramática y estructural la pugna entre las empresas del Estado dirigidas por la “nueva clase” y los trabajadores que defienden sus derechos y sus fueros sindicales, uniéndose en grado creciente los de la UNT (inicialmente oficialista) con los de la CTV de vieja raíz socialdemócrata.
Estos hechos, y la vasta y nauseabunda corrupción que se ha desarrollado en torno al sistema de control de divisas y de importaciones –ligada al escándalo de los alimentos dañados- ya es de conocimiento universal y sus detalles son analizados y expuestos en forma minuciosa por “tanques de reflexión” estadounidenses y europeos. Por fin el repudio a la autocracia chavista se está extendiendo también a la izquierda internacional, previamente ilusionada. Socialdemócratas e incluso comunistas con mente crítica entienden ahora que en Venezuela no hay “socialismo”. Ya se pronunció la Internacional Socialista, y la denuncia contra el régimen “boliburgués” se transmite por las redes de Internet del movimiento obrero mundial.
Sin embargo, pese a apreciadas solidaridades externas, nadie nos liberará desde afuera, y es muy grande la capacidad de las autocracias de aferrarse al poder contra viento y marea. La oposición democrática, que espera ganar las elecciones legislativas del 26 de septiembre y derrotar a Hugo Chávez en los comicios presidenciales de 2012, .debe tener claro que en definitiva todo dependerá de la conciencia, el coraje y la capacidad de movilización del propio pueblo venezolano para defender la constitucionalidad, la legalidad y los resultados electorales, e impulsar el país hacia un porvenir democrático.