Puro humo
La cosa verdaderamente provoca risas. Eso de exaltar el nacionalismo para intentar tapar serias acusaciones sencillamente no funciona. Nadie lo cree y menos porque la gente sabe, en el fondo, de los inconvenientes que representa para un país tener en su propio patio a guerrilleros considerados terroristas, a gente capaz de secuestrar, matar, traficar drogas, poner collares bombas.
La gente de la frontera, sobre todo, ha visto, en carne y hueso como esos tipos andan a sus anchas, campantes y sonantes por los diversos caminos de nuestra geografía, disfrutando de la dolce vita a la venezolana. Lo serio del asunto hubiera sido permitir la investigación, abrir las puertas a cualquier comisión internacional y matarle el piojo en la cabeza a Uribe para que quedara como bocón.
Demostrarle a ese supuesto fanfarrón que quien no la debe no la teme, como acostumbra decirle repetidamente, hasta el cansancio, a la gente de la oposición envuelta en intrincados juicios. Pero, nada. Se le aguó el guarapo. En vez de enfrentarlo de hombre a hombre, recurrió al camino más fácil.
De tratar de echarle tierra al asunto creando esa tesis de la invasión imperial, de la guerra, del «me quieren matar», de “Uribe es el culpable”. Clavo pasao, por excusa recurrente y gastada, no existe la mínima posibilidad de una yesca, como tampoco la hubo aquella vez cuando mandó a movilizar, en plena cadena de radio y televisión, no se cuantos batallones hacia la frontera y mandó a prender los motores de los aviones Sukoi.
Pura estrategia mediática, puro histrionismo para intentar levantar los votos caídos por efectos del desencanto por la comida podrida, por los guisos boliburgueses, por el racionamiento eléctrico, por la regaladera de dinero a otros países y por la cubanización del país. Puro humo, como el título de la obra de escritor anticastrista Guillermo Cabrera Infante.