Lo exabrúptico, cotidiano
«No es lo extraordinario lo que se ha vuelto cotidiano, sino lo exabrúptico»
Grandes afiches por todo el país dicen que «en revolución» lo extraordinario se hace cotidiano. No es lo extraordinario, es lo exabrúptico: La ruptura de relaciones con Colombia capea «por ahora» las serísimas denuncias que hizo el embajador Hoyos en la OEA. El ministro El Aissami acusa de «irresponsable» al gobierno de Colombia por «arremeter» contra la dignidad de nuestro pueblo. Arremeter contra la dignidad de nuestro pueblo sería auspiciar, apoyar y colaborar con grupos terroristas. ¿Por qué no investigar si todo es un invento de la oligarquía colombiana en connivencia con la CIA y los «paracachitos»?
El 21/7/2010 leímos en El Nacional que «Jueza puso en libertad a detenidos por leche vencida». En cambio, abrirán investigación a los funcionarios de Polilara que participaron en el decomiso del producto. El escándalo de Pdval pica y se extiende. Pero el gobierno ni investiga, ni persigue ni castiga a los culpables. La solidaridad para con los revolucionarios es automática.
Apareció otro testigo estrella, a quien despacharon directo y sin escalas para Cuba. Claro, el anterior testigo estrella habló tanto que su boca dijo cosas que desmintieron a sus ojos…
El Presidente de la República se ha confesado marxista. Ha repetido hasta la saciedad que estamos en la construcción del «socialismo bolivariano». Y el comunismo está basado en el principio marxista de la supresión de la sociedad capitalista para lograr el establecimiento de una sociedad socialista, el paso previo de una sociedad comunista. Pero cuando el Cardenal alerta que vamos hacia el comunismo, le caen a insultos que no quiero repetir.
En materia de comunicaciones, intervinieron un banco, ¡oh, casualidad!, cuyo principal accionista lo es también del único canal de televisión con línea editorial opuesta al gobierno.
Están presos directivos de casas de bolsa, pero no investigan a los boliburgueses que han hecho mil millonarios negocios con los bonos emitidos por el gobierno.
«Desesperanza aprendida» la llama Teodoro Petkoff, para paralizarnos, para que no actuemos, para que no votemos.
Los seres humanos arrinconados no tienen otra opción que dar un último empujón. Y ése lo vamos a dar en septiembre con nuestros votos, para que lo exabrúptico deje de ser lo cotidiano.