¡Ya basta!
Yo siempre he votado. Y en estas elecciones votaré con mayor convicción democrática que nunca. Aunque la minoría del país elegirá la mayoría de los diputados (necesito que alguien me explique cómo si estamos en democracia, veinte mil personas eligen un diputado en Amazonas, mientras que cuatrocientas mil eligen un diputado en el Zulia), entiendo la importancia de estas elecciones, no sólo por la pluralidad deseada y necesaria en una asamblea nacional, sino por el carácter plebiscitario que tienen. El candidato del chavismo es Chávez. Más nadie.
Aunque la oposición saque -como estoy segura de que sacará- la mayoría del voto nacional, el chavismo podría obtener la mayoría por la forma como se rediseñaron los circuitos electorales. Pero esa maniobra podría torcérseles si todos vamos a votar sin miedo.
En fin, la mayoría que obtendrán los partidos opositores hablará por sí misma: le dirá a Chávez que el sistema que quiere implantar ni en la misma «isla de la felicidad» ha funcionado. Que no queremos odios, divisiones, manipulaciones, mentiras, trampas. Que las decenas de miles de muertos de estos casi doce años son cifras de partes de guerra que queremos erradicar de una vez y para siempre de este país. Que queremos un presidente que gobierne para todos, no uno que encima de que se cree el emperador, no ve adversarios políticos sino enemigos a quienes exterminar.
Esa mayoría le dirá a Chávez que cree en la propiedad privada. Que es verdad que «lo que es de todos no es de nadie». Que su fulano socialismo lo que ha hecho es destruir. ¡Qué ironía ver los «corazoncitos» que ahora pululan en todos los afiches del gobierno, que dicen «hecho en socialismo», cuando lo que deberían es decir «expropiado en socialismo», «destruido por el socialismo», «mediocrizado por el socialismo»!
Esa mayoría dirá a gritos que estamos hartos de las solidaridades incondicionales, de la corrupción sin castigo, de los exabruptos legales que intentan maquillar las decisiones inconstitucionales e ilegales, de las cadenas diarias e interminables, de la habladora de tonterías, de las descalificaciones, insultos…
Chávez ha podido pasar a la historia como Mandela. Pero optó por el camino del odio, de la confrontación ciega, de la división. El próximo domingo hay que decirle ¡ya basta! Vaya a votar.