De la letrerósis y los conos de
La alcaldía menor de Caracas ha dispuesto reordenar la literatura comercial de la ciudad, indicando un formato de promoción de los locales un poco más proporcionado a los ritmos de sus contaminaciones, hasta desaparecer. Unicamente, la numeración del llamado RIF dirá bastar para saber del ramo o especialización de la casa. El asunto no es enteramente anecdótico, pues, si de contaminante visual tratamos, desde hace poco tiempo deslumbra la identificación de la Asamblea Nacional en la sede administrativa de la esquina de Pajaritos. Además de tomar el inmueble, darle los manotazos de pintura que mejor merecía cuando estaba poblado de todos los tribunales de la urbe, ahora suponen que nadie conoce el lugar en el que lo más importante es la estética de un anuncio vertical que las misiones constitucionales abandonadas por el parlamento. Poca autoridad moral hay para una regulación que sólo toca a la economía formal, porque estamos literalmente inundados de toda suerte de mensajes que tienen por domicilio privilegiado los postes, paredes, árboles y cualesquiera de los soportes que nos convierten en un gran escombro pictórico. Mensajes de devoción, porque tratan del único individuo susceptible de una biografía en el país, devenido Comandante-Presidente de diferentes tomas y colores, abombado por frases de enfermiza y eterna repetición. Pulverizar hasta las denominaciones comerciales, ciertamente alternativas ante aquellas con las que suelen bautizar las misiones, campañas electorales o las propias entidades del Estado, constituye una proeza de la Ciudad Socialista que construyen invisiblemente. Y esto, porque no se ve nada distinto y más humano a lo que hay, siendo peor de lo mismo: el parapeto del PSUV que se hace llamar alcaldía, es evidentemente indiferente a los males que padece la población caraaqueña. Falta por acabar con todas las señales de tránsito, en medio de la creciente pobreza toponímica que estamos padeciendo. Ciudadela que se anuncia, en la que cada quien tendrá que ir de la casa a buscar trabajo y viceversa, esperando por el paquete turístico que te permita salir de la manzana, el único nombre será el del miraflorino. Coletilla: En efecto, sorprende la proliferación de los presuntos y más variados funcionarios del Estado capaces de obstaculizar el tráfico automotor y peatonal, por el vanidoso atravesamiento de sus automóviles y de los auxiliares no menos arrogantes que frenan repentinamente a las personas ajenas al desplazamiento. Policías sin uniformes de los que no se sabe demasiado, excepto la temible estampa que nos cohíbe de una riesgosa solicitud de identificación, agotan sus malsonantes interjecciones de rutina para desgaste del asfalto. Quizá el precursor más visible fue el otrora alcalde mayor Juan Barreto, cuyo tren galopaba las calles junto a los motorizados violentos de ninguna credencial como funcionarios, además. Y, no siéndolos, otra memorable referencia son los acompañantes y la mismísima Lina Ron que tienen por rieles la humillación ciudadana. Agregemos los conos de las calles y avenidas que garantizan un canal exclusivo para los líderes que supusimos momentáneos, porque así se evidencia al pie de la sede de la vicepresidencia de la República o de la de CANTV. Esos conos de … las calles y avenidas, amén de entorpecer la circulación, por céntrica que sea la esquina de Carmelitas o la avenida Libertador, simplemente, nunca estuvieron ahí antes de 1999, por lo menos, en forma permanente. Vicisitudes de la Ciudad Socialista, pues. Todos somos iguales, pero – a lo Orwell – unos lo son más que otros. |