OK. ¿Y después qué?
Lo que nos espera es eneas. Eneas con rinquincalla, para ser más específico. Así que a ponerse serios, apretarnos el cinturón y coger bastante aire, que nos van a tratar de ahogar, va a faltar hasta el oxígeno y ni que decir de las Navidades que nos las van a amargar. Pero ese es el precio que pagaremos, votos mediante, por la nueva Asamblea Nacional.
Sea cual sea el resultado de la votación del 26-S, estamos ladrándole en la cueva a los prototipos de la dominación autocrática y de la prodigalidad interesada. No aceptarán jamás que seamos más quienes no les queremos que quienes les temen y les sostienen en vana esperanza.
Veremos su reacción: buena y paternalista al principio y seguidamente, desmesurada, excéntrica, atrabiliaria, arbitraria y rabiosa. Biliosa, como dirían los antiguos. Biliosa y sanguínea, por lo impetuoso, impulsivo, descarado e intolerante. Paranoica, como diríamos algunos. En todo caso: terrible.
Pero terribles seremos también los demás y nada más terrible que una mayoría que sabe que lo es y está dispuesta a afrontar sus obligaciones y derechos.
Sí, ese es el panorama que preveo. Es el panorama que deseo. Las cosas no han sido fáciles para nadie y no lo van a ser por el hecho de demostrar lo que ya sabemos: que somos mayoría. Pero si se nos ocurre a los venezolanos bajar la guardia y reeditar la actitud pasiva y displicente, o la agresividad verbal, el insulto y la descalificación de quienes no opinan como nosotros o nos adversan políticamente, volveremos a caer en las circunstancias que editaron este drama que ahora comienza su etapa final.
Ni hay enemigo pequeño ni existe adversario pendejo. Es básico el respeto a la capacidad y al poder de convocatoria y de acción del adversario que es tan bueno y pertinente como el nuestro. Sólo las ideas y los valores políticos nos separan, de resto somos iguales. Gracias a Dios.
Trabajo, solidaridad, inclusión, apertura, tolerancia, respeto al individuo y sus derechos, honestidad y sinceridad, es lo que pedimos a todos y en particular a nuestros representantes asambleístas. Una Asamblea Nacional renovada, plural, entusiasta y muy trabajadora es la esperanza de cada venezolano. Ciudadanos enérgicos, trabajadores, tolerantes, entusiastas, optimistas y que sepan esperar activamente por un futuro mejor, es lo que hoy creemos que somos y debemos seguir siendo.
Por último, y como una palabra de bálsamo a quienes se han sentido particularmente perjudicados o a quienes se sentirán así en el futuro inmediato, me gustaría solicitar a mis conciudadanos que dejen de lado la retaliación, la venganza y el triunfalismo; que se acuerden de Sur África cuando acabaron con los apartheid y el poder pasó por vía electoral a Nelson Mandela y todos aplicaron ese bello concepto de Ubuntu, que les permitió vivir en paz sin retaliaciones, venganzas ni opresión y sí en armonía, solidaridad y cooperación entre los ciudadanos, estuviesen o no en el poder, sin cacería de brujas ni pérdida de energía en la búsqueda de reparaciones de reconcomios pasados.
Todos necesitamos de todos y cada uno. No pueden haber exclusiones por ideologías. Nuestros dirigentes, en el poder o no, entienden que somos una unidad cuya energía combinada es más poderosa, segura y estable, que la producida por una facción o bajo la presión del poder gubernamental.
Vamos a votar el 26 de septiembre a sabiendas de que lo que viene es eneas.