La risa de Izarrita
“Al chamo lo botaron de RCTV, búscale un trabajito y te lo agradeceré, hermano”. Así, más o menos, le debe haber dicho William Izarra al jefe para que colocara a su hijo Andrés en una nueva chamba. El híper líder no podía negarse a complacer al ex militar activista del grupo ARMA, porque habían colaborado en la preparación del fracasado golpe del 4 de febrero de 1992.
A Izarra padre le escuché, días después de aquella infausta fecha, en la vieja Facultad de Humanidades de la ULA, una de las peroratas más enredadas que he oído en mi vida. Acompañado de unos gráficos, a la vez elementales y confusos, y usando una jerga que combinaba términos marxistas y vocablos de ingeniería, trataba de profetizar cómo sería la República si triunfaban los militares derrotados y presos.
En aquellos convulsos tiempos que siguieron al primer golpe chambón (no olvidemos que hubo otro en noviembre), el ambiente político era efervescente. Se hicieron las propuestas más diversas, algunas verdaderamente estrafalarias, como la de Izarra senior. No era extraña nuestra curiosidad por oír, en aquel galpón de la merideña avenida Universidad, a alguien que se decía coordinador de una organización con inequívoco apelativo y cercano a quienes habían usado ilegítimamente la fuerza para cambiar el sistema político.
Creo que el papá del reilón Izarrita es uno de los pocos que dentro del chavismo se preocupa por escribir artículos pseudo teóricos. (Después de la muerte de Ceresole y la defenestración de Dieterich, la revolución se ha decantado por el “show business” con Sean Penn, Oliver Stone y Danny Glover, aunque salgan más caros los honorarios).
La última vez que vi al autor de los días de Izarrita fue en la librería Lectura de Chacaíto del cordial amigo Walter Rodríguez, hace unos cuatro años. Entró velozmente, preguntó por un libro y cuando salía alcancé a decirle: “¿Hasta cuándo va a seguir con esta paja?”. Me contestó: “Es que la revolución es mucho más que Chávez”.
Debe ser por eso que Izarra padre nunca ha sido ministro ni presidente de Telesur (¿la propaganda pura y dura es también pornografía mediática?)como su espabilado hijo. Mientras el primero recorría el país dictando cursitos (obligatorios, eso sí) para la militancia del partido oficial, Izarrita viaja por el continente y percibe un nada socialista sueldo, como todo alto funcionario integrante de la chaviburguesía.
El fingido ataque de risa que le dio a Izarrita en plena entrevista con CNN en español (para tristeza del caudillo y de sus alabarderos, todavía CNN en inglés no se ocupa de Chávez), al tiempo que el profesor Roberto Briceño León desgranaba las terribles cifras de la violencia en Venezuela -responsabilidad absoluta del chavismo en el poder- es todo un símbolo. Es la muestra más concreta de un régimen que no discute, no escucha y se ríe de la desgracia de millones de venezolanos. Se burla, sobre todo, de las venezolanas que han visto morir en estos largos once años a sus amigos, padres, hermanos, esposos, novios e hijos a manos del hampa.