Opinión Nacional

La unidad perfecta: La indispensable mayoría

Respondiendo a una buena costumbre universal, pronunciamos nuestras primeras palabras del año, luego de las fiestas pascuales, intentando referirnos al deseable proceso de la unidad política de los venezolanos. En nuestras últimas entregas, hablamos de la unidad posible, la casi lograda ya por los Partidos en la Mesa de la Unidad Democrática, y aclarábamos que, aún cuando deseable, esta unidad no era suficiente. ¿Porqué? Porque probablemente, es capaz para motivar a un treinta por ciento de la población electoral, pase lo que pase en la selección de los candidatos, bien sea por consenso, por primarias o por encuestas. Pero esta cuenta no basta. Es indispensable llegar a la unidad perfecta, convenciendo a unos cinco millones de votantes –¿la sociedad civil?– quienes han venido, sistemáticamente, en los últimos procesos, ocultándose en la abstención; convencerlos de que Venezuela se salva o se hunde en estas próximas elecciones parlamentarias, pautadas para el próximo 26 de septiembre. Se salva, rescatando la democracia; se hunde, permitiendo la imposición del llamado socialismo del Siglo XXI.

Aún cuando admitimos que todos los datos, cifras y resultados, ofrecidos por el CNE, caen, necesariamente, en el campo de la sospecha, creemos aceptable la información referida a la abstención, entendiéndola, como fenómeno político, más como una expresión de rechazo a todos los participantes que se han debatido en las últimas consultas –incluyendo la más reciente, la del referéndum de febrero— que de un ánimo no militante con respecto a los deberes de la democracia, o de venezolanos indiferentes, a quienes poco les importe lo que de las elecciones devengue para la suerte de la nación. Son cinco millones de compatriotas. Cinco millones de insatisfechos, no motivados. Y no es asunto de averiguar la identidad individual, sitio de residencia, ocupación o clase social de cada uno de esos cinco millones que han venido absteniéndose, sino de comprender que, sin su participación, su concurrencia a las urnas en este próximo proceso, no habrá forma ni manera de impedir que la voluntad del actual dueño del país, del propietario del régimen, se imponga y veamos repetirse, en Venezuela, el dramático caso del descalabro cubano o del horror de la Rusia soviética.

Pensamos que hay que encontrar la clave, construir el puente, despejar el camino que comunique a la sociedad política, la de la unidad posible, la de los partidos y las organizaciones específicas, quienes, por ley, son los únicos facultados para presentar listas y nombres de candidatos a representantes del soberano, con los que integrarían la unidad perfecta, en la sociedad civil, no ubicada en un espacio ni en un tiempo determinado, pero indispensable para construir una mayoría, la cual permita controlar la Asamblea Nacional y, no sólo frenar los ímpetus del déspota que nos quiere llevar al nuevo experimento comunista, dentro de la agenda inspirada en la práctica y la modalidad cubana (Fidel dixit), sino, también, echar abajo cuanto ha erigido, en detrimento del mandato constitucional y con desprecio de las aspiraciones y la cultura democrática del venezolano, el señor de los anillos, el astuto camarada Chávez, como anticipo de su proyecto fatal.

Una vez resuelta su confrontación interna y conformada su fórmula electoral, los partidos y organizaciones políticas involucradas, deben salir de su cáscara y ofrecer su producto, sujeto a revisión, si las circunstancias posteriores lo exigen, a quienes podríamos llamar el gran mercado, precisamente, los no comprometidos en ordenadas militancias, no sometidos a disciplinas verticales, pero tan capaces como los otros para interpretar el fenómeno político y tan dispuestos como ellos, de querer lo mejor para el colectivo, por lo cual hay que saber con cuáles argumentos se les puede convencer. Se les puede motivar. Se les puede llevar a votar el próximo septiembre. Uno de esos argumentos, desde luego, tiene que ser el mismo del 11 de Abril de 2002 –“Chávez, vete ya”— pero tendrán que añadirse nuevas expresiones, referidas, más concretamente, al peligro que supone el ya descubierto socialismo del siglo, con su orden de represiones, de concentración absolutista del Poder, de corrupción pasmosa, casi increíble, probablemente superior no sólo a la vivida por nosotros, en otros tiempos y en otros regímenes autoritarios e irresponsables, sino, incluso, incomparable a la que ha ocurrido o puede estar ocurriendo en cualquier otro país del orbe. Asimismo, la comprobación de que recuperando la democracia, perfeccionando sus instituciones y definiendo con la mayor claridad posible, las políticas a seguir, garantizarles de que Venezuela sí puede mirar hacia el Primer Mundo y deslastrarse de esa idea morbosa de tener que repetir en nuestra historia, fracasos del pasado.

Los responsables de construir la mayoría aplastante que terminará con la era de Chávez y su balandronismo cubano, tendrán que ir, si es necesario, casa por casa; llevar su mensaje de boca a oreja y sin olvidarse de los medios de comunicación y de las herramientas superefectivas de las últimas tecnologías –twiter, facebook, etc.—“desparramarse” por todo el país, en una nueva campaña admirable, como lo señalamos en nuestra entrega precedente, porque Venezuela no les perdonaría que por mezquindad, por sectarismo, por mediocre ánimo grupal, se olviden de su grandeza y algún día terminaría cobrándoles su felonía.

A pensar en grande, compañeros y a salvar a Venezuela. Todos unidos, en una unidad perfecta, lograremos construir el milagro y sacar del barro a una nación a la cual todos le debemos merecimientos. Que se concentre en estas palabras finales, nuestros mejores deseos de un feliz año para todos los venezolanos; en un verdaderamente venturoso nuevo año; en un 2010 inolvidable, con un bravo pueblo rememorando las legítimas glorias del Bolívar en el que todos confiamos, del Dios en el que todos creemos.

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