Opinión Nacional

Ahora todos fueron antiperezjimenistas

MIS TRES ENCUENTROS CERCANOS CON PÉREZ JIMÉNEZ. Tenía yo ocho años cuando mi muy querido tío Macario me llevó a la Inauguración de la Ciudad Vacacional Los Caracas, entre Naiguatá y Chuspa, Departamento Vargas del Dtto. Federal en 1954.

Recuerdo apenas las mesas con manteles impecablemente blancos, dispuestas para el almuerzo, y la horrible impresión que me causó un líquido rojo y espeso en el primer plato, la sopa que no me pude comer (y que me atreví a disfrutar cuando ya tenía 23 años y pedí en un Restaurante de Earl’s Court, Londres, una sopa de tomates, a la que me hice adicto desde entonces).

El general y su comitiva, luego de la ceremonia formal de la inauguración, compartieron ese almuerzo con docenas de invitados. El 31 de diciembre despedí el año 57 en un bloque de San José, invitado por mis amigos Heissy y Luis, ya que Alicia, mi madre, enfermera, tenía guardia esa noche y me dio permiso para pasar la noche con la familia García.

Con 12 años recién cumplidos, la mañana del 1º de enero, ajeno totalmente a lo que ocurría desde la madrugada, debía caminar hasta El Silencio, para tomar en la Plaza Miranda el autobús a Artigas, y al llegar a la esquina NE de la avenida Urdaneta y el Palacio de Miraflores, me paré un buen rato, arrobado por los tanques de guerra y muchos soldados, imagino que MPJ estaría dando órdenes en alguna oficina del Palacio de Gobierno a mi lado.

Esa noche un primo de mi madre, Capellán del Ejército, conocedor de lo que sucedía, nos llevó (a mi madre, mi hermano y a mí) a la casa de la familia, nuevamente en San José (cerca del Hospital Vargas), donde los niños disfrutamos el raro espectáculo de los aviones de guerra sobrevolando Caracas, y Pérez Jiménez hablando a la nación desde el televisor a blanco y negro.

El 6 de enero, Día de Reyes, me reencuentro en el Círculo Militar con Heissy, Luis y el resto de los chicos de Bambilandia, que ofrecimos un Show infantil en el Teatro. Terminado el trabajo artístico, mi hermano José no encontraba su chaqueta y Wolfgang Larrazábal, Director del Círculo, participó en la exitosa búsqueda. El resto de la tarde tuvimos el divertido privilegio de la piscina, refrescos y perros calientes. Temprano esa noche hubo Baile con la Orquesta Billo’s, y vi en la pista (creo que a cielo abierto) a MPJ en traje de gala, danzando con doña Flor Chalbaud.

Reinicia clases el Liceo Andrés Bello, yo estaba en la sección 1ºA, disturbios estudiantiles, dirigentes de 5to año nos invitan a participar, sólo dos compañeros se les unieron y al rato regresaron escarmentados por el humo de las lacrimógenas que lanzaban los policías desde fuera del liceo. Suspenden las clases y regreso eufórico a mi hogar repitiendo la consigna de “abajo el dictador”, sin realmente entender lo que representaba (nunca fui un niño precoz en política, como algunos que aseguran haber sido hasta dirigentes en plena pubertad).

El 21 de enero fui con Don Pedro M. Layatorres a las Fiestas de San Sebastián de los Reyes, en Aragua, y Miguel Ramón Utrera Galindo (1909-1993), insigne Maestro y Poeta, mi Padrino de Confirmación, nos despertó el 23 muy temprano, feliz con la noticia de que había terminado la Dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez.

De inmediato regresamos a Caracas, y vimos las calles plenas de manifestantes expresando su alegría por el extraordinario evento, pero a pesar de mi corta edad, encontraba un contraste incoherente entre esa extroversión en que parecían participar todos, y la pasividad de las mayorías en los meses y años previos.

La hipócrita efervescencia fue mermando, el gatopardismo que había permitido que dos oficiales cómplices de la dictadura formaran parte de la nueva Junta de Gobierno (por reclamo popular fueron sacados: C y RV), fue gradualmente reduciendo los merecidos castigos que los tribunales habían impuesto a muchos peculadores y torturadores que no habían logrado escapar, hasta darles la libertad con vergonzosa impunidad para disfrutar de sus bienes mal habidos y regodearse en los crímenes que cometieron.

El felón mayor obtuvo refugio en el Madrid de la dictadura franquista, con la fortuna robada al erario venezolano adquirió una mansión, acciones en una famosa Tienda por departamentos, y el exagerado lujo que le rodeó hasta su plácida muerte natural, por vejez, dejándole a sus familiares un enorme patrimonio, de origen nada legítimo, manchado de sangre.

Tan cierto es que en el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez no participó la mayoría de los venezolanos, que mantuvo importante presencia política durante décadas, su respaldo electoral era elevado (a pesar de haberse demostrado sus malas mañas con los dineros de la nación y con la integridad física de los disidentes), muchos politiqueros trataron de que se les uniera en fórmula proselitista, o que avalara desde lejos sus candidaturas.

Hugo Chávez formó parte de ese combo de inescrupulosos que buscaban sociedad con el gordito de Michelena, y mantuvo esa antidemocrática conducta incluso después de fallecido el Tarugo, ofreciendo traerlo al país y rendirle honores, sobre las malversaciones y torturas, arbitrariedades y asesinatos perpetrados por el coronel autoritario, ascendido a “general y a presidente constitucional” por un porro complaciente y vagabundo. Chávez se negó a celebrar el 23 de enero por su lógica identificación con Pérez Jiménez, Golpista y Dictador Militar.

A regañadientes aceptó que su bando se sumase a las celebraciones de esa fecha, asesorado por quienes tenían claro que su renuencia perjudicaba el maquillaje de democrático del movimiento aluvional que era el chavismo, y lo desenmascaraba como el golpista y persistente violador de la Constitución que en el fondo siempre ha sido. Su condición de demócrata es tan falsa como su condición de creyente cristiano. Su verdadera vocación lo impele a asociarse con los más violentos del orbe, desde las terroristas y narcotraficantes FARC a las dictaduras basadas en la amenaza militar y la represión permanente, Cuba, Iraq, Irán, Bielorrusia, Libia, Siria.

Es un fósil de la Guerra Fría, anclado a los dogmas del fidelismo (estalinismo caribe) que lo infiltró en la Escuela Militar, como parte del Plan B de las derrotadas guerrillas de los años 60. Hoy protagoniza un remake, una variante del guión escenificado desde los años 30 y 40 por Ramón Mercader, el estalinista ultra dogmático que cumplió el encargo de asesinar a Trotsky en México.

Ambos son como los sapos, pa’lante es que brincan aunque les puyen los ojos. Ninguno de estos ha sido capaz de reconocer el anacronismo y la incoherencia de cumplir las tareas que les habían sido asignadas, a pesar de los profundos cambios ocurridos en el mundo desde que fueron reclutados para servir a la Utopía criminal del colectivismo. El colapso de la URSS y el gigantesco salto de la China al Capitalismo Salvaje nada les dicen, no cambiarán. Maduro, el reposero, fue formado en Cuba. Otro sapo dogmático, pero sin el carisma que indudablemente adornaba a Mercader y al charlatán de Sabaneta.

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