Más allá de los electores extremos
La toma de la Asamblea Nacional, mediante el voto, el próximo 26 de setiembre es una prueba irrefutable del poder de cada ciudadano para asumir el control de su país y de su vida personal. Ambas instancias, la colectiva y la individual, están en jaque constante por la impericia, la indolencia y la voracidad de un equipo político que lleva más de una década ocupando la Presidencia y la Asamblea Nacional, entre otros poderes.
Saltando barreras
No es fácil desmarcarse de la profunda arremetida propagandística de esta Administración, que no ha hecho otra cosa que categorizar y parcelar al país (IV República versus V República; Escuálidos versus Revolucionarios; Pueblo versus Capital Privado) en zonas maniqueas, que le han permitido controlar, en forma inmediata, las matrices de aceptación. Este gobierno centra su estrategia en la propagación de ilusiones y desesperanzas; las primeras, le permiten aglutinar a una no desdeñable base de adeptos, pero la segunda es la que más cultiva, ya que potencia al ejército de apáticos que pocos entienden: los abstencionistas.
A estas alturas del juego político, es fácil identificar a los jugadores extremos: los conservadores pro-gobierno, aferrados a éste por intereses económicos, resentimientos arraigados o expectativas sucedáneas de las “misiones”; como a los opositores clásicos: reaccionarios, temerosos y nostálgicos de un país que, probablemente, nunca existió. En el medio se encuentra una reserva de jugadores que viene decidiendo, con su no-voto, la implosión del país en una suerte de Africa-caribeña, en un laboratorio de desatinos que nutre, anecdóticamente, los tabloides de buena parte del planeta.
Conquistando a los “Anti”
Entonces, ¿cómo ganarse la aprobación, y el voto derivado, de esa mayoría “antitodo” que conforma la gran base electoral del país? ¿Qué decirle a esos potenciales electores afiliados a un partido transparente, sin otra ideología que su incredulidad y su decepción? ¿Acaso demandan elecciones primarias para apoyar a las opciones electas por la mayoría, o son prácticos y les basta con acuerdos firmados y cumplidos por los diversos grupos que militan bajo el paraguas denominado “oposición”? .
Las encuestas indican que ellos, los no-votantes, siguen orbitando en un mundo de silencio y desconfianza, lo cual plantea un reto para la oposición alineada bajo los acuerdos de la Mesa de la Unidad. Esa representación plural, multielecta (sea por primarias o acuerdos) e institucional está a tiempo de presentar propuestas locales bajo un marco nacional, soldadas con su compromiso con el país, la región y, por último, con el partido o agrupación que lo postuló. Los mensajes deben ser claros, reiterados, con empaques atractivos y sin desdeñar medios de transmisión (web 2.0, radio, prensa, televisión, cara a cara) para que lleguen a la audiencia que nos hará conquistar la Asamblea Nacional: los abstencionistas, que no están frente a la pantalla de Globovisión o de Venezolana de Televisión. Los televidentes de esos canales tomaron sus decisiones hace mucho tiempo, y no van a cambiar. Tampoco son, lo reitero, la mayoría del país.
Mi modesta opinión, es que los actores que no figuraron en las listas de la MUD deben superar la actitud de víctima, abandonar la manipulación y declinar las mini conspiraciones irresponsables de proponer, vía periodistas de micrófono, sus candidaturas como opciones alternas a la mesa o incluso promover el cuestionamiento de las decisiones plurales emanadas de ésta. En nuestro país, pululan los opinadores exhibicionistas, adictos a la palangre y al poder indirecto. Los conocemos, pues son los mismos que degradaron a golpe de estado la voz colectiva que gritó ¡basta! El pasado 11 de abril de 2002.
Los venezolanos comprometidos con el voto debemos iniciar nuestra cruzada a favor de éste, pero con argumentos y no con prejuicios, conociendo a nuestros candidatos y llevando su propuesta a nuestro entorno poblado de abstencionistas aferrados a la frase “todos son la misma cosa”. ¿Lo son? Yo no lo creo, pues muchos candidatos podrían estar en el extranjero, disfrutando de sus patrimonios familiares o buscando fortuna, con sus talentos, en corporaciones globales. Y no lo hacen, permanecen aquí, dan la cara por ellos, por nosotros, por los abstencionistas y eso, señores, hay que comunicarlo por sms, Twitter, correo electrónico, pancartas y hasta volantes que podemos imprimir en nuestras casas.
La campaña es colectiva y sin un eje central, que podría debilitarla ante los atentados del Poder Ejecutivo y sus poderes sumisos, el triunfo es necesario y posible.