El socialismo que hay
En la única visita que he hecho a un expendio de alimentos gubernamental (Mercal) tuve la experiencia ingrata de no conseguir lo que buscaba. Era el tiempo (como ahora) de una de las ya frecuentes crisis de abastecimiento de leche. Una amiga a la que acompañaba necesitaba un pote de leche en polvo o una bolsa de 1 Kg, aunque se conformaba con menos. En el local no había nada de leche, ni líquida ni en polvo.
Al preguntarle por el producto ausente a una señora sexagenaria que trabajaba allí, nos dijo que por qué no comprábamos azúcar: “De eso si hay bastante”. Le respondimos que no, que muchas gracias por la sugerencia pero en el recorrido infructuoso que hasta allí nos había llevado buscábamos era leche y no azúcar. La señora insistió casi con iracundia, nos repitió que aprovecháramos. Gritó sentenciosa: “Eso es lo que hay”.
Tuvimos que salir corriendo de allí porque intuimos que la dependienta nos terminaría tirando las bolsas de azúcar por la cabeza para obligarnos a comprarla. Estaba indignada la empleada revolucionaria y nos dio una última advertencia: “¡No digan por ahí que no había leche, digan que tenemos mucha azúcar!”.
Tal relato es una muestra de cómo funciona el régimen chavista. A la gente hay que obligarla a que se cale el ignoto socialismo del siglo XXI por el cual nadie votó ni se ha movilizado. En la campaña para la única elección verdaderamente competitiva que ha ganado el chavismo (1998), su jefe nunca habló de socialismo y cuando se le preguntó entonces si se consideraba socialista lo negó de plano. (En Internet está la entrevista con Jorge Ramos para Univisión donde miente al decir que entregaría el poder en cinco años, que no nacionalizaría empresas y que tampoco cerraría canales de televisión privados).
Las principales promesas de Chávez fueron la de convocar a una asamblea constituyente para refundar el Estado y acabar con la corrupción. Todos sabemos ahora qué era lo que buscaba. Pero antes de ser electo pocos intuyeron que su deseo era quedarse en el poder. Los más ingenuos fueron los miembros de la Comisión Constituyente nombrada por él una vez aposentado en la silla de Miraflores. Sólo dos de ellos no han sido execrados del poder y hasta uno -Oswaldo Álvarez Paz- se encuentra en una celda de la policía política por tan sólo hablar en la televisión de hechos conocidos por todos.
Pero, aún admitiendo que su meta era incorporar la reelección indefinida en la Constitución (para su propio provecho), nunca asomó la idea de destruir el aparato productivo de la nación para erigir un socialismo menesteroso a la cubana. Hacia allá va Venezuela si se sigue este rumbo.
Mientras los venezolanos no consiguen leche, ni azúcar, ni aceite ni otros productos en los mercados, Chávez endeuda al país para comprar armamento militar innecesario. El costo de la vida puede resumirse en este dato: en Estados Unidos un obrero compra 1 Kg de pollo con 14 minutos de su salario, en Venezuela tiene que invertir el pago por 2 horas y media de su trabajo (¡Más de 10 veces!). ¿Qué hace Chávez? Pues regala miles de millones de dólares a otros países para conseguir auditorio en sus giras internacionales.
A los millones de viviendas que necesitan los ciudadanos, el gobierno les responde con la instigación a delinquir, mediante la invasión de terrenos. Al desempleo y la precaria ocupación informal les opone el pago mísero y evanescente de las misiones. A las obras de infraestructura esperadas contesta con desfiles estrambóticos.
Los fusiles y los tanques alardeados frente a la acalorada Cristina Kirchner no sirven para detener el creciente rechazo a la ineptitud del régimen. Tampoco para obligarnos a llevar azúcar cuando queremos comprar leche.