Hasta que la mató
Amanecimos estremecidos con la lacerante noticia, luego confirmada por el jefe del Cicpc: el boxeador Edwin Valero, apodado Inca, había asesinado a cuchilladas a su esposa, Carolina, una muchacha de 24 años. Era la crónica de una muerte anunciada para todo el país, menos para las autoridades de las instituciones del Estado. La muchacha no fue protegida. Valero no fue a la cárcel ni a una institución de rehabilitación pese a previos episodios de violencia.
El caso tiene dos vertientes: 1.- la política debido a esa impunidad que vivimos siempre en este país y que en este caso fue peor que lo usual. 2.- el problema de la “violencia de género” ante el cual es demasiado poco lo que se hace. Casos como el de Carolina los hay por cientos. Quizás la sobreexposición noticiosa, debido a la fama del confeso asesino, campeón mundial de boxeo, sirva para que el asunto sea debatido.
Vayamos primero con lo segundo. La violencia de pareja contra la mujer deja muchos casos de homicidios, amén de muchos otros traumáticos, de lesiones graves o menos graves, atropellos, aunque no lleguen a la muerte. Es un drama social muy grave que deja honda huella dañina en la sociedad y destruye familias. Miles de mujeres (y casi siempre sus hijos) llevan una vida de infierno debido al maltrato.
No es fácil detectarlo y tratarlo porque con frecuencia las víctimas no denuncian y hasta lo niegan como fue el caso de Carolina. Hasta su papá dijo que la vez anterior ella no había sido golpeada “sino que se cayó de una escalera”. En el twitter de ayer leí varias reacciones equivocadas, culpándola a ella “por no denunciarlo (…) por volver con él (…) por callarse”. Alguno remató con esta horrible injusticia: “ella se lo buscó”.
De víctima pasó a culpable. La violencia de género es más difícil de derrotar justamente por el machismo subyacente en la sociedad, mucho más en estos tiempos de abuso, militarismo, “hago-lo-que-me-da-lagana” en los que se modelan conductas que propician la violencia, la prepotencia y el abuso de poder.
Copio algunas ideas en la esperanza que ayuden a comprender el problema sin que esto sea un tratado sociológico ni sicológico. “Una mujer golpeada, con la autoestima destruida, amenazada, chantajeada, con la sociedad machista culpándola, frecuentemente reacciona ocultando el abuso y negándolo”. O ésta otra del “día después”: “Cuando todo se calma, entra la inseguridad, el qué hacer, cómo hacerlo, la soledad, el miedo.
Por eso no denuncian (…) la mujer que denuncia, encuentra escepticismo en organismos policiales, en amigos, familia y entorno social. Hasta la sospecha (¿” y tú qué le habías hecho”?) El mundo contra ella”.
Una conocida abogada, activista de los Derechos Humanos, que ha tratado muchos casos así escribió: “la autoestima baja, la dependencia económica, relaciones sexuales sadomasoquistas, miedo a futuras agresiones, limitan lasdenuncias”.
Y entramos al tema político. Que Valero tenga un tatuaje de Chávez en su pecho no condena a éste. Ningún político o figura famosa puede responder por sus fans. Que Chávez festejara a Valero y lo mostrara como “ejemplo para la juventud” sólodemuestra su desorden e improvisación. Le encanta el populismo y no es serio seleccionando a quien promueve. Hace cualquier cosa para sentirse grande. Su Ego es incontenible. Así que no promuevo la crítica por las simpatías políticas del sujeto.
El problema es que tras esos “festejos” y pese a los reiterados episodios de violencia, las autoridades del Estado no actuaron con la celeridad que usan para los adversarios políticos del gobierno. De acuerdo a las informaciones de prensa de semanas recientes, ya había un antecedente de violencia contra la mamá, la hermana y su esposa. De nuevo golpea a la muchacha. Los médicos lo certifican por el tipo de lesiones. El sujeto agrede a los médicos. La muchacha declara que no, seguramente atemorizada. Queda libre en régimen de presentación y se habla de “un tratamiento de rehabilitación en Cuba”. La Ley contra la violencia a la mujer ordena actuar protegiendo a la víctima sin importar si ella denuncia o calla, explica Mercedes Muñoz de Avesa.
Hago un paréntesis revelador. ¿Por qué en Cuba y no en una institución en Venezuela? ¿De dónde habrá salido esa obsesiva – y falaz- idea de que en Cuba hacen milagros y están las buenas instituciones médicas y no en Venezuela? ¿Quién intervino para sugerir eso?
El tipo sale libre pero no va a Cuba. Hace una semana choca, presuntamente borracho y se denuncia que agredió a los fiscales de tránsito. Sigue sin pasar nada. ¿Por qué no hay autoridades que lo detengan? El tipo se encierra en un lujoso hotel de Valencia con la esposa. La madrugada del domingo baja al lobby ensangrentado y cuando le preguntan, confiesa el asesinato. Así lo relató luego el jefe del Cicpc. Esa muchacha estaba sentenciada. Es horrible. Imaginen el infierno de esos últimos días y horas.
En este país por opinar, por apoyar una protesta social o una huelga laboral, hay presos políticos. La Fiscalía, la Defensoría son unos linces en esos casos. A Wilmer Azuaje le quitan la inmunidad parlamentaria en tiempo récord En todo caso, ¿Por qué no vimos con esa energía a las jefas de las instituciones del Estado ante el caso Valero? ¿Cómo es que a la jueza Afiuni la detienen en apenas unas horas tras la orden presidencial pero a Valero nadie lo frena pese a los continuos hechos violentos? No faltarán los consabidos loros hablando de “la desestabilización” para descalificar las críticas. Alguien culpará “al imperio y a los gobiernos anteriores”. Otro dirá que “es culpa del capitalismo”. Alguno intentará ridiculizar las críticas. A Carolina la asesinaron. Eso pudo ser evitado, pudo tener remedio, pero ya no lo tiene. Que sirva para que haya menos Carolinas maltratadas. Que logremos instituciones independientes y eficientes. Bicentenario excluyente y militarizado
Hay que torcer mucho a la historia para pretender convertir al 19 de abril en una fecha militarista. No era nada “cívicomilitar” pues la única milicia era española. Fue una gesta de ciudadanos, de civiles, de jóvenes y no tan jóvenes asomándose a la política. En aquel 1810 no hubo un tiro ni asomó ningún arcabuz. Ni siquiera una espada. Fueron palabras. Y el gesto del capitán Emparan quien en lugar de aferrarse al poder a la fuerza y amenazar a sus ciudadanos con las armas, prefirió renunciar. Es triste que, para colmo, el gobierno haya secuestrado al Bicentenario para excluir y discriminar a más de media
Venezuela, para sectarizar su celebración como si fuese un acto de su grupo partidista. Mucho menos para amenazar a esos millones que no le son sumisos con aniquilarlos. Nunca nadie, ni siquiera Gómez y Pérez Jiménez militarizaron la fecha. Jamás hubo un desfile militar. Triste y lamentable. Otra cosa que habrá que cambiar y superar