Mentiras Bicentenarias (I)
La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto. Sus propiedades son muy conocidas. Hace soñar, embriaga a los pueblos, engendra en ellos falsos recuerdos, exagera sus reflejos, mantiene sus viejas llagas, los atormenta en el reposo, los conduce al delirio de grandezas o al de persecuciones, y vuelve a las naciones amargas, soberbias, insoportables y vanas. Paul Valery (1871-1945).
Mejor introducción imposible. Y todo ello viene a propósito de éstas celebraciones rimbombantes y sin sentido del decoro que transforma el pasado en burda propaganda. Si no veamos. La Independencia Nacional representa nuestra Edad de Oro, época de gloria y forjadora de héroes. En realidad fue una masacre, un asesinato en masa que se cobró la bicoca de 200.000 personas fallecidas, sobre un total de un millón, es decir, un 20%. La Costa Firme fue la “América Militar” de acuerdo a las lapidarias palabras del General Don Pablo Morillo.
El Ejército Libertador liberó cinco naciones. Depende de la perspectiva con que se mire. Los habitantes de Maracaibo, Coro, Guayana, Pasto, Piura y Lima, además de otras ciudades y regiones, no querían la Independencia, en todo caso, percibieron a los ejércitos bolivarianos como unos invasores ya que estaban a gusto dentro de la Monarquía.
Los británicos ayudaron a Bolívar y la causa republicana de una forma desinteresada. En el juego geopolítico entre potencias no hay amigos sino intereses. Inglaterra pretendió sustituir a España como la potencia hegemónica y evitar con ello que la Francia napoleónica se le adelantara. Además, el “cobro” fue más que exagerado: los ingleses nos quitaron todo el Esequibo, y si no es por la Doctrina Monroe (1823): América para los Americanos, es decir, para los estadounidenses, se hubieran apoderado de todo el Sur del país.
Venezuela, hace doscientos años se constituyó en una potencia, en un coloso continental. Bueno, en realidad, poco queda de ella. Entre caudillos, autócratas y corruptos el saqueo sobre el país ha sido permanente. Los despojos territoriales nos han hecho perder medio millón de kilómetros cuadrados, y además, ahora se nos va la luz todos los días y la independencia alimentaria está en veremos.