Opinión Nacional

Los espejos de Baduel y Adriana

Siendo absolutamente sinceros y pragmáticos, las únicas personas que pueden asegurar, en torno a un determinado delito, quién lo cometió y cómo, son quienes hayan sido testigos presenciales o circunstanciales del hecho, o quienes, mediante investigación objetiva y seria,  (periodistas o policías) hayan logrado pruebas sólidas e irrefutables que señalen sin lugar a dudas la culpabilidad del individuo o grupo indiciado en el caso. Y por supuesto, los acusados, testigos primordiales de su propia conducta, tienen la absoluta convicción de lo que hicieron o no hicieron en esa específica situación en que los incriminan. Pero el resto de los mortales no podemos meter la mano en el fuego asegurando la inocencia de alguien, si no hemos sido testigos o investigadores del caso.

El grado de conocimiento y trato que tengamos de una persona nos puede llevar, de buena fe, a suponerlo incapaz de cometer faltas, aunque frente a ciertos hechos debemos aceptar que por mucho que creamos conocer a esa persona, a pesar del afecto hacia él o ella, en un Tribunal eso no es material admisible, y aunque nos duela aceptarlo, la duda siempre estará en el fondo de nuestras cavilaciones. Saber de la trayectoria profesional, conducta y opiniones de una persona, nos permite presumir qué puede hacer y de qué es incapaz. Pero presumir su inocencia no basta para exonerarlo de la acusación. Aunque la Ley indica que “toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario”, cuando la acusación es grave e involucra al Sistema Judicial, no bastan las presunciones, deben enfrentarse las pruebas y los alegatos de ambas partes en el juicio.

Los dos párrafos anteriores obviamente respaldan la lógica posición de quien  no absuelve ni condena de antemano a nadie, aunque también cada quien tiene derecho a emitir una opinión, a favor o en contra, considerando elementos válidos y los factores exógenos que puedan estar interviniendo para adulterar el proceso, favoreciendo o perjudicando al inculpado, por motivos ajenos a los que conforman el caso en cuestión. Las irregularidades ocurren en todos los países del mundo, en unos en muy poca medida y en otros con increíble exageración. En los países donde la Democracia funciona de manera satisfactoria, los Poderes son autónomos y la Justicia funciona de forma mucho más estrictamente apegada a las leyes. En los países donde el poder ejecutivo ejerce una indebida presión e influencia sobre los otros poderes, encontramos diversos grados de dictadura y los poderes no independientes pueden ser usados para perseguir y castigar la disidencia, antes que para servir a la Justicia y respetar las Libertades.

El caso de Raúl Isaías Baduel debería ser analizado por opositores, chavistas y los denominados NiNís, dada su elevada significación, al demostrar genéricamente que en Venezuela se están utilizando los tribunales para favorecer al oficialismo, haciendo un daño terrible al Poder Judicial. No me consta, como a la absoluta mayoría de los venezolanos, si Baduel es culpable o inocente de haberse beneficiado indebidamente de parte del presupuesto que administró siendo Ministro de la Defensa. Sí nos consta a todos, que los presuntos hechos dolosos ocurrieron años antes de acusarlo formalmente. De modo que cualquiera de nosotros puede deducir con facilidad que, una de dos, Raúl Isaías es culpable de malversación de fondos públicos, pero disfrutaba de impunidad por su condición de conjurado del Samán de Güere, chavista, héroe del 13 de abril y como guinda del pastel, compadre del caudillo. O, Raúl Isaías es inocente, y por haber dejado de ser cómplice del “proceso”, por haber declarado en contra de la inconstitucional Reforma, pierde su aclamada condición de héroe de la revolución y automáticamente pasa a ser un perseguido del gobierno, con acusación inventada y guiso en tribunales militares.

Cualquiera de las dos opciones deja muy mal parado al oficialismo, complaciente con la corrupción mientras el corrupto respalde al proceso, intolerante con la disidencia al extremo de inventarle cargos y manejar tribunales para sancionar esa “insubordinación” y escarmentar preventivamente a posibles émulos, dentro y fuera de las fuerzas armadas, especialmente en la AN, Gobernaciones y Alcaldías.

Seguí por Noticiero Digital, con video incluido, el incidente de la periodista Adriana Núñez y “Yo el supremo”. Los foristas que escriben comentarios favorables al oficialismo, pocos, en esa ocasión argumentaron, como para seguir la descalificación iniciada por su balbuceante y repetitivo líder, que la periodista miraba con frecuencia su blackberry, interpretando los rojos rojitos que eso evidenciaba que su caudillo tenía razón y la joven recibía instrucciones de los dueños de Televén. Resulta que la verdad detrás de las preguntas deja aun peor parados al presidente y sus acólitos, pues fueron resultado de un consenso entre todos los periodistas de los medios no oficiales, ante la permanente negativa a dejarlos participar en los eventos del gobierno. Como ha habido casos en que el oficialismo “permite” –a lo “perdonavidas”- que participe únicamente un representante de los medios que no se han cuadrado con el monopensamiento, acordaron que el periodista que fuese favorecido en ese muy singular, discriminador y antidemocrático sorteo, hiciese esas mismas tres preguntas.

De modo que, lejos de ser la marioneta del maligno Camero, ella fue la vocera de todos los medios no oficiales, y expresó las tres primordiales inquietudes que más preocupaban al conjunto de periodistas allí presentes, táctica inteligente de los profesionales, hastiados de ser ninguneados por el “proceso participativo”, en un país “que ahora es de todos”, donde se impone una sola voz, y elige un solo dedo.

Acostumbrado a que le pitchen bombita, el dueño del único circo que junto a sus maromeros y payasos traslada también al público de sus funciones, para garantizarse los aplausos, (que difícilmente lograría con audiencias no nariceadas, con sus malos chistes, escatológicas narraciones, su muy personal y adulterada visión de la Historia de los siglos 19 y 20), se mostró sumamente incómodo con esas tres preguntas. Trastabilló por mucho tiempo sin poder ni acercarse a una respuesta pertinente, más allá del cansón estribillo que pretende descalificar al mensajero, acusando, precisamente él, de golpistas, a quienes hacen sus tareas. No cumplió su obligación de contestar las tres preguntas que, a través de esos periodistas, le hace una gran mayoría de los venezolanos, a saber; 1. ¿Por qué 40 % de aumento para los militares y sólo 15 % para los civiles? 2. ¿Porqué hay cubanos en puestos claves de la administración civil y militar, debilitando nuestra Soberanía Nacional? 3. ¿Piensa desconocer los resultados de las elecciones del 26S si favorecen a la Oposición, a través de la substitución del Poder Legislativo por los Consejos Comunales?

Ni las contestó ni podía responderlas sin incriminarse. Quedaría más claro aun que reparte dinero para ganar respaldos temporales (en todas partes), que ha traicionado al país al entregar lo esencial a mercenarios cubanos, que cuando la voluntad popular respalda las opciones democráticas, patea la Constitución y monta un parapeto paralelo que él controle (la esquirol Farías sobre el Alcalde electo Ledesma, consejos comunales sobre una AN que refleje la diversidad de la Nación, y que cumpla su función de controlar al Ejecutivo e impida las arbitrariedades y la corrupción).

Los dos casos acá reseñados, Baduel y Adriana Núñez, forman parte del montón de evidencias sobre la naturaleza antidemocrática del régimen, su permanente violación de las leyes y la prepotencia mediocre de quien, enfrentado a las pruebas de su incapacidad, demagogia, incongruencia, anacronismo y  falta de ética, sólo sabe agredir, descalificar, amenazar, e irrespetar a las mayorías. Quien quiera que continúen los abusos en contra de quienes denuncian y cuestionan, la destrucción de la Economía, el irrespeto a los Derechos Humanos (la Libre Expresión de las ideas, la Propiedad Privada y Organizarse en Partidos, entre ellos), la criminalización de la Disidencia, la Corrupción, el Sectarismo, el Tráfico de Influencias, la militarización de todos los ámbitos de la vida social, y la entrega del país a Cuba, sólo debe votar por quienes   resultarán escogidos por el súper Dedo, aquellos que se comprometen a cumplir órdenes, sin consultar al pueblo. Del otro lado, con algunas zancadillas, imperfecciones, antipatías personales, fallas en el logro de la Unidad y Representatividad absolutas, hay el compromiso por recuperar y mejorar la Democracia. Nunca un regreso al pasado, del cual ya forma parte este oprobioso régimen. Importante recordar todo esto, a la hora de las decisiones que nos esperan.

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