Opinión Nacional

Zooberano ataque

El sabotaje de Lechería aunado al reto de empresas Polar lo confirman: el gobierno revolucionario está siendo blanco de un ataque de la CIA (Comando Insurgente Animal, por sus siglas).

En menos de siete días la iguana perpetró un ataque contra Cadafe y el oso se atrevió a desafiar al mismísimo Tiburón 1. Sin embargo, estas no son las únicas pruebas que demuestran la existencia de una conspiración salvaje contra el proceso humanista.

La primera voz de alarma la emitió el general Müller Rojas, zorro viejo donde los haya. «El Presidente está sentado en un nido de alacranes», rugió como una fiera herida tratando de desenmascarar a los que se disfrazan de mansos corderos.

La denuncia alborotó el avispero. «La revolución está llena de camaleones», ululaban los más indignados, al tiempo que otros le advertían a su amado líder: «cría cuervos y te sacarán los ojitos lindos». Fiel a la causa se mantiene el gallo comunista, aunque también se atreva a cantar incómodas verdades.

Con la granja bastante revuelta, el gobernador del estado Lara extendió sus alas y echó a volar. Antes el jefe supremo despachaba estos conflictos diciendo que «águila no caza moscas», pero esto no aplica en el caso de Henri Halcón. Lo cierto es que el larense sueña con ser el delfín del rey de esta selva y ya sus detractores han empezado a compararle con el hombre de la gallina.

Los factores de oposición se pelean como perros y gatos, pero concuerdan en un objetivo: «de la Asamblea hay que sacar a las focas». ¡Hasta el Tigre y el Pollo lo repiten! Y todos apuestan por la ruta electoral, incluidos los autores del Cisne negro. Las tensiones son comprensibles: nadie quiere ser tomado por conejo, las masas ya no son borregos y el pueblo no perdonaría una burrada más.

Mientras tanto, el Gobierno que promovió la Ley Sapo castiga a todo aquel que abra el pico. Algo muy peligroso en un país donde la gente habla como loros y chilla más que un cochino. Para justificar su embestida, la presidenta del Parlamento ha declarado: «recuerden que por la boca muere el pez».

Nada hace pensar que esta cacería terminará pronto, más cuando las elecciones amenazan con extinguir varias especies. Para reprimir todo es válido: los azulejos de la Policía Metropolitana usan ballenas y rinocerontes, y el Seniat emplea en esos menesteres al Potro Álvarez.

El Presidente, un verdadero lince, jura que es acosado por una jauría mundial, siendo él una inocente paloma. Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otros foros democráticos a nivel mundial ya lo sentenciaron: cada vez más la revolución parece un gobierno gorila.

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