Instrucciones para opinar
En Cubazuela es peligroso opinar. Usted puede decir lo que piensa, siempre y cuando el régimen no decida castigarlo. De manera que puede hablar, mientras una foca no lo denuncie para hacer funcionar la máquina represiva. Aquí van, entonces, algunos consejos que usted puede seguir si va a dar su opinión en los medios y no quiere ver sus huesos a la sombra en un calabozo.
No hable sobre las actuaciones, frases o maromas de los que dicen gobernar en estos días, a menos que sea para elogiarlos. Para evitar tentaciones, mejor ocúpese de los gobernantes del siglo antepasado o del anterior. En todo caso, si va a decir algo sobre un antiguo ministro asegúrese de que el personaje cayó en desgracia definitivamente. Hay que tener extremo cuidado, puesto que se ha dado el caso de un ex compañero de armas del jefe que se le enfrentó, lo acusó de “gallina” y de asesino para luego ser perdonado y acogido nuevamente en las filas burocráticas.
Ni se le ocurra comentar sobre la crisis del sistema eléctrico o de cualquier otro servicio público. Si lo hace, debe tener en cuenta que antes de ésta época dorada todo era mucho peor. No había racionamiento, los cortes de luz no eran tan prolongados ni generalizados, pero no se conocía la experiencia de vivir las gloriosas penurias de la madre patria socialista.
Por supuesto, no hable de corrupción. Muchos colegas coincidirán en que uno de los temas más solicitados es el saqueo de los dineros de todos. En cada esquina hay alguien que informa –como quien no quiere- de los últimos negocios de los jerarcas de moda, de sus viajes, de sus nuevas casas y carros. No les haga caso. Óigales el cuento con atención pero no diga nada sobre la materia. Lo más seguro es que sea una trampa y el informante no irá con usted a la policía a declarar ni mucho menos lo acompañará en chirona.
No nombre la inseguridad, los asesinatos, los secuestros, los atracos, el narcotráfico, el terrorismo (a menos que sea el “mediático”), la impunidad, la indigencia, la regaladera a otros países, la quiebra de las industrias básicas, las expropiaciones o las invasiones de la propiedad privada, el desempleo, la pobreza, el altísimo costo de la vida, la escasez, la devaluación, la falta de insumos en los hospitales, las escuelas abandonadas, el caos del transporte público, las carreteras sin mantenimiento, las cárceles en manos de mafias, los jueces inicuos. Los temas que en realidad tienen interés para el público y la bendición del jefe son las biografías de personajes ilustres de tiempos remotos, las recetas de cocina, los cultivos en los países nórdicos (como lo demostrara -en un ataque de lucidez- un contumaz opositor) y las aventuras de guerrilleros y salteadores de camino.
Si usted es un académico, escriba de temas que no están en el debate público. Por ejemplo, si la gente se queja del autoritarismo creciente, usted hable de la necesidad de una nueva Constitución. Si usted sabe de elecciones, escriba sobre las elecciones en Uganda o Nueva Zelandia pero no de las de aquí. Si es posible, enrede sus frases, no importa que se resienta la sintaxis: usted estará en condiciones de explicar que lo suyo forma parte del “discurso salvaje”.
La mejor forma de opinar es tener a la mano los sitios web de Vea, Venezolana de Televisión (en especial “La Hojilla” y “Aló, Presidente”), Agencia Bolivariana de Noticias, Venevisión (su ejemplar cobertura de la reunión de la SIP en Aruba le dio mucho más espacio a los periodistas gobierneros que a los editores) y los escritos del primer columnista de la Nación en Últimas Noticias y en muchos diarios regionales. Así podrá usar las herramientas copiar y pegar en su computadora para armar los artículos que usted enviará a la red o a los periódicos.
Cuando sienta que va a cometer alguna imprudencia, recuerde que todo siempre fue así (es decir, siempre el gobierno fue incapaz, improvisado, represor y corrupto) y que el cuento del cambio era para cazar votos. Por lo tanto, no vale la pena que usted se arriesgue.
Si usted sigue estos consejos no le garantizo que no lo van a molestar, pero los fiscales y los jueces revolucionarios tendrán un poco más de trabajo para encarcelarlo.
P.S.: Haga como yo: nunca diga un nombre propio.