Violencia y belicismo, ¿Videojuegos o el Presidente?
El diputado de Plata Para Todos (PPT), grupo que debería llamarse PPN (Plata Para Nosotros), Wilmer Iglesias, anunció que después de 90 días de “vacatio legis” entraba en vigencia la Ley para la Prohibición de Videos y Juguetes Bélicos. Con respecto a las sanciones contenidas en el texto, Iglesias informó que “se establecen multas y el cobro de las mismas van desde 2 mil a 5 mil Unidades Tributarias, así como de 2 a 5 años de cárcel para aquellos que reincidan «en la importación, fabricación, distribución, venta, renta y uso de este tipo de videojuegos y juguetes bélicos de naturaleza violenta».
Esta ley, cuyos fundamentos son discutibles desde el punto de vista científico, establece sanciones severas que llegan hasta la privación de la libertad por cinco años no solamente para quienes importen, fabrique, distribuyan, vendan y renten este tipo de videojuegos, sino que las penas serán igualmente aplicables a quienes los usen. Esto nos lleva a imaginarnos una ola de allanamientos y órdenes de captura para los cientos de miles de adolescentes y jóvenes que tienen y “usan” muchos de estos videojuegos. Esta ley podría convertirse en un instrumento para facilitarle al régimen la represión de los ciudadanos. Bastaría solicitarle a cualquiera de jueces del régimen, ahora egresados de la bolivariana en carrera rápida, órdenes de allanamiento contra cualquier persona bajo la sospecha de que está usando o tiene en su posesión videojuegos bélicos o violentos. Esta ley es una de tantas manifestaciones de la mentalidad totalitaria del régimen. Y es preocupante, pues así como hoy se criminaliza a estos videojuegos, mañana podrán criminalizar la importación, impresión, edición, distribución, venta, tenencia y lectura de libros, revistas y otras publicaciones con contenidos que pudieran ser calificados como contrarios a la doctrina oficial, tal como sucede en el Mar de la Felicidad y que en nuestro país ha asomado su cabeza monstruosa en la quema de libros ordenada por Diosdado Cabello en las bibliotecas del Estado Miranda.
Más lesiva para la sociedad que el uso de videojuegos bélicos o de contenidos violentos, es la promoción de la violencia, el odio y la guerra, no en un video-juego, sino en la vida cotidiana de los venezolanos por medio de las cadenas presidenciales. Si se pena la importación, fabricación, distribución, venta, renta y uso de estos juegos hasta con cinco años de prisión, ¿Con cuántos años de prisión debería ser castigado el Iluminado de Sabaneta, por su permanentemente y enfermiza promoción de la violencia y el odio entre los venezolanos?
Es infinitamente menos dañino jugar a la guerra en un computador o en un televisor que jugar a la guerra desde la Presidencia de la República, tal como lo hace el Iluminado de Sabaneta cada vez que amanece con una puntada rectal o necesita desviar la atención de los problemas internos. Si la pena son cinco años por jugar a la guerra en un video-juego, ¿cuántos años de prisión se merece quien, como El Iluminado, permanentemente juega a la guerra, civil o internacional, exponiendo a toda la nación a los horrores que ella conlleva?
Es infinitamente menos dañino jugar videojuegos violentos en un computador o en un televisor, sin causar muertes ni daños a nadie, que promover la violencia desde la Presidencia de la República, causando centenares de muertos y heridos a lo largo y ancho de toda la nación. Los grupos violentos del Iluminado de Sabaneta, no son un juego, no son virtuales. La Guardia Nazi-onal que ataca con saña a estudiantes, trabajadores, transportistas, amas de casa y en general a todos los venezolanos que disientan del tirano, no es un grupo virtual, no es un juego, es una maquinaria violenta y represiva, que el Iluminado utiliza para descargar su furia contra quienes luchan por la libertad. Los Tupamaros, La Piedrita, los Carapaicas, los huestes de Lina Ron, no son una ficción que se pueda apagar con un control remoto o que queda encerrada en un monitor o en una TV, son una realidad cuya agresión, violencia y salvajismo han sufrido miles de venezolanos. Y vuelvo a preguntar ¿Qué pena merece no quien se divierte con videojuegos violentos, sino quien desde la Presidencia no juega sino que promueve, estimula y financia la violencia sistemática de estos grupos contra los venezolanos?
Me pregunto ¿Qué es más dañino para la Nación, los videojuegos violentos o bélicos, o la organización y entrenamiento de milicias partidistas para intimidar a la población? ¿qué pena se le debe imponer a un “presidente” que arma a unos venezolanos con el declarado propósito de “pulverizar” a otros venezolanos? Y las armas con que los provee no son virtuales, son “de verdad”, son tanto o más mortales que las que usaron sus francotiradores de Puente Llaguno.
También se me ocurre preguntar, ¿qué es más dañino e ignominioso para la Venezuela, si importar videojuegos violentos o bélicos, o importar un paquete ideológico para hacer de nuestros hijos “hombres nuevos” inspirados en el modelo de un sanguinario asesino como el Ché Guevara, cabeza del santoral chavista? No hay video-juego violento que pueda igualar la crueldad y la cobardía de esa vergüenza para el pueblo argentino que fue el Ché Guevara. Y me pregunto, ¿qué pena merece quien importe e imponga ese modelo para envilecer a las nuevas generaciones? Creo que ni cinco años ni cincuenta años de prisión harían justicia. Se acercaría más a la justicia cadena perpetua para el responsable. Y creo que me quedo corto.
En vez de preocuparse por los videojuegos violentos o bélicos, las focas de la asamblea nacional (así, con minúsculas) deberían preocuparse por enfrentar la violencia desatada por el hampa que acogota a los venezolanos 24 horas al día los 7 días de la semana. Violencia que no es ningún juego, que no es virtual sino sangre, muerte y dolor. Violencia que cuenta con la premeditada complicidad y omisión de los órganos del Estado sumisos al tirano para aterrorizar a la población.
Finalmente, que más violencia que la que diariamente propala el Iluminado de Sabaneta en sus cansonas cadenas, en sus repetitivos discursos, en sus diarreas verbales, que someten a toda la población a un estado mezcla de aburrimiento a la vez que de tensión por el temor a ser blanco de sus acostumbradas agresiones contra los más variados sectores de la sociedad. Qué más belicismo que el del Iluminado de Sabaneta, que ha dilapidado miles de millones dólares en la compra de armamento obsoleto e inservible en la mayoría de los casos. Armamento que solamente sirve para enriquecer a los intermediarios y para amedrentar y agredir a los ciudadanos, no para defender a la nación. Que más belicismo y siembra de violencia que su público apoyo y solidaridad con las FARC y el ELN. Qué más violencia que la implícita en el desgraciado lema de la Robolución: “patria, socialismo o muerte”.