El último que apague la luz
Cada hora un venezolano adquiere la residencia norteamericana. Y esta es una estadística del 2009, pero si se ve en perspectiva el fenómeno viene creciendo. Ella no incluye a los indocumentados, ni a los cientos de miles que se han ido a Europa, no como venezolanos, sino como europeos, porque su ancestros vinieron de allá.
La estampida de la clase media que no ve futuro para ellos y para sus hijos es trágica. Claro que para el chavismo esto es una alegría, pues por una parte comprueban que estos son los “vende patria” o “pitiyanki” a quienes Chávez en repetidas veces ha dicho que deben irse del país, que ellos no encajan en su revolución, que esta no será su patria. Y por otra consiguen una suerte de válvula de escape para la presión interna.
Pero nada, es tan infaustamente equivocado. Dejar la patria, la familia, los amigos y tener que empezar de nuevo no es nada de que alegrarse, sino que lo digan los cientos de miles de migrantes que llegaron a estas costas o a las del norte y tuvieron, y tienen, que luchar contra la discriminación y el guayabo. Perder talento, calificación y futuro para el país es una desgracia y no puede ser una política de estado.
Pero, a pesar de que cientos de miles de venezolanos están viviendo afuera del país, la resistencia al avance del comunismo del siglo XIX o socialismo del siglo XXI, es decir al totalitarismo chavista, sigue creciendo. Y esto no le cuadra al militar venezolano que no sólo cada vez pierde más popularidad sino que aumenta la proporción de venezolanos que lo rechazan.
Para contento de los demócratas este año hemos visto una camada de dirigentes que han decidido enfrentar al Chávez y no salir corriendo. Oswaldo Álvarez Paz, Diego Arria y Rocío Sanmiguel. No son los únicos, hay otros, algunos conocidos otros anónimos. Ellos, como diría Bertolt Brecht, “…son los indispensables…” Sin desmerecer a otros que también aportan desde sus propias restricciones.
Un gran logro ha sido la unidad política electoral, aunque tenderemos que hacer sacrificios y pagar errores. Por su lado, el chavismo no se detiene, avasalla con nuevas leyes y profundiza la regaladera de la riqueza del país. No estamos resistiendo estos avances, lo electoral nos ha hecho olvidar que la lucha es en todos los frentes y que no hay lugar para mezquindades. La patria está en juego, todos tenemos que aportar algo y a todos hay que apoyar, sino los que queden no tendrán que apagar la luz, una oscuridad roja se cernirá sobre Venezuela.