La República guerrillera
El fracaso de la hegemonía comunicacional
Las revoluciones comunistas, entre muchos otros objetivos, buscan apoderarse de la mente y el espíritu de la gente, con el fin de moldearlos de acuerdo con unos principios morales pretendidamente superiores, que no admiten crítica. Quien difiera de ellos pasa a ser agente de la burguesía y el imperio y enemigo del pueblo. Ya que no toleran la oposición, y ni siquiera la más leve disidencia, cualquier cuestionamiento que se les formule es asumida como una traición, una práctica malsana e inaceptable. Los comunistas hablan de democracia, pero en realidad sienten un profundo desprecio por ella. La democracia es un sistema vivo, dinámico, en perpetuo proceso de cambio, que no admite el pensamiento único ni las visiones monolíticas del mundo, consustanciales con el totalitarismo marxista.
Una de las grandes frustraciones de los comunistas marxistas reside en que siempre fracasan en su aspiración de adueñarse del alma de los pueblos que sojuzgan y en su afán de convertir el marxismo en una religión equivalente al Cristianismo, a pesar de que formen grupos fanatizados que defiendan sin el menor reparo el esquema y la disciplina impuesta por la hoz y el martillo. En China, a pesar del ascetismo proclamado por Mao (por cierto, pura hipocresía), una amplia franja de personas menores de cincuenta se han volcado a un consumismo desenfrenado. En Rusia ocurre otro tanto. En Cuba, la austeridad pregonada por el Che Guevara sólo es defendida por los fariseos del partido comunista (que viven como millonarios); el pueblo de la isla da la vida por un blue jean o por unos lentes de sol.
La “guerrilla comunicacional” es el último invento del teniente coronel en su intento de formar los “guardianes de la revolución”, equivalentes de los guardias rojos de Mao Zedong. Los “guerrilleros” tropicales son jóvenes liceístas a los cuales se les ha lavado el cerebro y se les ha atrapado la conciencia. Este experimento forma parte de esa visión militarista, cuartelaria y guerrerista que el comandante vernáculo proclama de forma desembozada desde su triunfo en las elecciones del 6 de diciembre de 2006. Este ensayo totalitario se lleva adelante con la participación de la jefa impuesta del Gobierno del Distrito Capital y de la Ministra de Información y Comunicación, dos funcionarias que el Presidente manipula a su antojo. La otra pieza importante del plan piloto “Trueno Comunicacional”, exótico nombre que el régimen le da a este macabro experimento, es el Ministro de Educación, profesor Héctor Navarro. Lejos quedaron los tiempos en los que Navarro era un docente universitario, con apariencia de hombre ecuánime y talante democrático. Ahora se presta para justificar las acciones más abyectas del régimen sin que se le mueva un músculo de la cara.
Los argumentos esgrimidos por Jacqueline Faría, Tania Díaz y Héctor Navarro para justificar la “guerrilla comunicacional” muestran el fracaso de la “hegemonía comunicacional” buscada por el régimen, y para la cual cerró RCTV, clausuró casi cuarenta emisoras de radio que le resultaban incómodas, le ha inyectado miles de millones de bolívares a VTV con el fin de modernizarla y llevarla a todo el territorio nacional, ha comprado medios impresos, financia las emisoras comunitarias, mantiene el pasquín VEA, sostiene en el aire a TVS, Ávila TV, el canal de la Asamblea Nacional, y controla centenares de emisoras radiales en el país.
Con todo el arsenal del que dispone, del dinero invertido, de las millonarias campañas publicitarias, el comunismo del siglo XXI es rechazado por la inmensa mayoría de los venezolanos, a la propiedad privada y a la economía de mercado la apoya una sólida mayoría de compatriotas, y la democracia social, es decir, la pluralidad con inclusión social, es el sistema preferido por los venezolanos de todos los estratos. El aparato comunicacional del régimen no ha servido para modificar los gustos y las preferencias de la gente. Con todos esos instrumentos a su servicio, el comandante ni siquiera ha logrado que la gente se interese por ver o escuchar la televisión y la radio que propagandiza las virtudes de la revolución bolivariana. Ese fracaso lo tiene loco.
Hay que añadir que el país también prefiere la paz, la unidad nacional, la reconciliación, al igual que todos los valores relacionados con la convivencia pacífica y la resolución civilizada de los conflictos. La nación rechaza de forma categórica el lenguaje belicista, la guerra con Colombia, el enfrentamiento armado con los Estados Unidos, y la guerrilla en todas sus manifestaciones, provenga esta de grupos terroristas como las FARC o el FLN colombianos, o la ETA española. Este rechazo incluye la pretendida “guerrilla comunicacional” dirigida a crear grupos de jóvenes fanatizados, que han perdido toda capacidad crítica frente a ese monstruo que es el socialismo del siglo XXI, y que han dejado de cuestionar vicios tan dañinos como el culto a la personalidad, el verticalismo y el autocratismo.
La genial caricatura de Rayma el miércoles 14 de abril en El Universal, más punzante, que de costumbre sintetiza la aberración que el teniente coronel se plantea materializar: (a los jóvenes) “ya no les exigen buenas notas, sino buena puntería”. Hay que movilizarse para impedir que la irracionalidad promueva el surgimiento de una versión criolla de las brigadas rojas.