Invadirán fincas de Chávez
Las imágenes de la fiesta popular en una piscina de una hacienda arrebatada a sus dueños es lo más parecido a un país que perdió sus maneras. Un presidente promoviendo esos actos es lo más parecido a Atila y sus Hunos.
Aquí se perdieron los límites. Cómo explicarle a un joven de veinte años, que ha vivido más de diez observando esta barbarie, que debe prepararse, estudiar y llevar una vida apegada a principios, para luego aportar con su trabajo productivo, su cuota de esfuerzo a una sociedad organizada para producir bienestar colectivo. Arrebatar lo que otros han producido, no puede ser la norma que nuestro presidente estimula. Falta poco para que la gente circule con la pistola al cinto defendiendo sus pertenencias.
Suponga usted que al presidente lo asiste un derecho a expropiar la finca de Diego Arria. Ese derecho no le permite invadir con sus “huestes” esa propiedad, quedarse con las pertenencias del dueño, incluyendo el cepillo de dientes y su ropa y con todo descaro, transmitir por televisión esa invasión a una propiedad. La ley escrita dice otra cosa. La ley de Chávez se escribe en un programa de televisión, llamando ladrón a quien le parece, e inventando que las vacas de esa hacienda estaban enfermas y por eso la expropiaron. Donde queda el derecho del dueño a defenderse.
En Barinas, el estado natal del presidente, las haciendas de su familia se exhiben con descaro. Ya no es un rumor, un mito, una creencia o una fábula popular. Los Chávez exhiben sus haciendas, con vías de penetración asfaltadas, helipuertos, grandes arcos de entrada comparables solamente con las grandes fincas texanas, hombres armados y grandes caserones con piscinas. La de su primera esposa, las de sus hermanos y primos. Las de ellos lucen prosperas. Las que arrebataron a otros y entregaron al pueblo, lucen acabadas con cuatro gatos sembrando bajo la modalidad de conucos. Ser rico es malo, ser rico es una maldición.
La historia referirá a Barinas comparándola con algún pueblo del oeste americano. Allí se ha generado en los últimos años un desordenado y anárquico proceso de crecimiento, como el que experimentan los pueblos mineros. En Barinas un arma se volvió una necesidad y la ley del más armado impera en esas calles. Secuestros y asesinatos se volvieron un común. Sindicalistas, corruptos de oficio, oportunistas y sicarios pelean por su espacio junto a una nueva raza de jefes de Consejos Comunales, misioneros y lanceros. Un día invadirán las fincas del clan Chávez, cuando sea lo único que vean en pie.
Chávez no se medirá en Septiembre. Ya escogió un camino que desatiende a toda regla escrita. Escucharemos con asombro como los poderes del estado le entregan la fórmula para postergar esas elecciones buscando mejores tiempos. En esta carrera por intentar recuperar su antigua popularidad seguirá produciendo miedo, angustia, dolor y rabia a cuanto venezolano observa esta barbarie. La historia reseña que donde pisaba el caballo de Atila no crecía la hierba. La historia referirá que donde pasaba el Tiuna de Chávez no crecía más nada.