Aprendiz de brujo
Hace tiempo conversaba con una “chavista” amiga y convencida de las luces de su máximo líder. La persona en cuestión admiraba la vociferante autoridad del Comandante en cada uno de los distintos temas en los cuales opinaba y decidía. Hoy esa misma persona, comulgante con el “proceso”, vive en la decepción más absoluta. Sus más recientes visitas, a los mercales y pdvales acostumbrados, le han mostrado al desnudo la cara del desabastecimiento, de igual forma, no logra entender cómo es posible que miles de toneladas de alimentos importados se hayan descompuestos ante la complicidad y negligencia de los funcionarios gubernamentales.
Su otro asombro proviene de la desmesura en que ha devenido el discurso del máximo jefe. Amenazando con expropiarlo todo, con inhabilitar adversarios y declarando guerras al primero que se le atraviese. Esta política de “tierra arrasada” ya está dando sus frutos en el país, pero a la inversa.
La gente humilde no es tan tonta como pudiera pensarse, y hoy ya parece diferenciar entre ejecutorias consistentes y manipulaciones toscas. La teatralidad y los gestos son factores esenciales dentro de un liderazgo carismático, sólo que en nuestro caso ya se abandonó todo sentido del ridículo. La dimensión de lo ridículo es uno de los parámetros que los autócratas rompen, y lo hacen tan a menudo que quienes los rodean llegan a creer que esa conducta es normal, cuando, ni por asomo, lo es. (Francisco Suniaga)
Lo más lamentable de toda ésta situación de involución histórica es la puesta en duda de los fundamentos de la misma institucionalidad política, jurídica y administrativa del país. Esta “voladura” en mil pedazos no puede justificarse por las aspiraciones egoístas de una parcialidad política que niega a otras su derecho a la cohabitación. El país no es un campamento minero cuya riqueza puede ser “expropiada” por un sector sin rendirle cuentas a nadie. El país es de todos los venezolanos sin distingos de ningún tipo.
Hoy la impostura ya no se puede disimular por más tiempo. El que ha demostrado impericia en los manejos públicos al más alto nivel no puede seguir decidiendo sobre el destino y la vida de millones de venezolanos. Quién es incapaz de asumir la responsabilidad sobre sus propias acciones rebaja su condición a la de infante inmaduro, en suma, a la de un aprendiz de brujo.
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
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