Opinión Nacional

Autogol

Cuando el gobierno nacional desarrollaba la estrategia Robin Hood, esa de expropiar a las grandes empresas y quitarles productos y recursos con la excusa de dárselos a la gente, incurrió en el autogol de las 120 mil toneladas de comida podrida, en un juego de guisos de corrupción de verdaderos billetes verdes, de dólares negados a la población venezolana pero entregados a manos llenas a los boliburgueses o, mejor dicho, a quienes forman parte de los entornos del Presidente y sus ministros.

Justo en el momento cuando los altos personeros actuaban contra la principal industria alimentaria privada del país, comenzaron a aparecer todos los días las miles y miles de toneladas de alimentos podridos importados por el gobierno nacional a través de la PDVAL, seudo empresa dizque de corte socialista dirigida por el Ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, a quien ahora le lavan las manos como hizo en su momento Poncio Pilatos.

El autogol de la comida podrida – aderezado con medicinas vencidas – y de característica verdaderamente mundial, logró frenar el juego de falsos argumentos usados por el gobierno nacional para expropiar empresas privadas e intentar apoderarse del Grupo Polar (el cual se resiste estoicamente gracias al pueblo venezolano y a su valiente personal).

El autogol de los pollos, harinas, huevos, carnes, leche, azúcar, caraotas, aceites, salsas, mantequillas, demostró la incapacidad del régimen para manejar una cadena alimentaria cuya base principal es la importación, práctica contraria a los intereses del país porque una nación debe privilegiar a sus productores y muy especialmente de alimentos clave.

La aparición de la pudrición perjudicó esa especie de jogo bonito que intentaba el gobierno nacional con su estrategia de quitarle al sector privado para dárselo al pueblo en los Pdvales y Mercales, porque el gran acaparador era aquel que fungía de Robin Hood – el gobierno nacional –, dado que mientras acusaba a las respetables empresas con ayuda de todo el aparato propagandístico, en los puertos manejados directamente por el alto gobierno los alimentos comenzaban a descomponerse.

Nunca hubo la intención de distribuir y vender esas 120 mil toneladas de alimentos podridos descubiertos gracias a las denuncias de la gente, a los periodistas y medios de comunicación privados, porque el gran negocio fue, precisamente, comprar alimentos cuasi vencidos y dejarlos fenecer para optar por otra cuota millonaria de divisas de ese Cadivi que devuelve peticiones por no llevar las solicitudes en una carpeta marrón.

 

 

En dejar pudrir los alimentos radicaba el negocio en dólares americanos generador de grandes ganancias a los boliburgueses, mientras el Ministro de Energía y Petróleo se ocupaba de la política, de frenar las mejoras en las contrataciones colectivas petroleras y perseguir a los dirigentes sindicales y el resto de los Ministros fustigaba con el látigo de presiones y sanciones al sector privado.

Ahora, cuando el partido puede analizarse fríamente, se descubre que el autogol de los alimentos podridos fue una jugada avisada, de esas de laboratorio, porque el Contralor General de la República, Clodosvaldo Russián, la anunció en medio de un discurso altisonante que la solapó y la Fiscal General de la República, Luisa Ortega, encargada de la defensa del gobierno, optó descartar una investigación que hubiera evitado la tragedia alimentaria y el delito cometido. Ambos, estaban más entretenidos en las jugadas de las inhabilitaciones y en cercar a los propietarios de La Polar y de Globovisión, en vez de ocuparse de las necesidades de la gente.

Este autogol le hace perder el juego de Robin Hood al gobierno nacional y avizora la derrota en el campeonato de las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre porque aumenta la desconfianza de los electores en quienes mal administran el país y también en aquellos diputados de la Asamblea Nacional.

Estos últimos, que el gobernador del Zulia llama rebullones, en vez de actuar frente al drama de los alimentos podridos prefirieron convertirse en cómplices de la pudrición, al negarse a investigar en profundidad y con total transparencia a fin de determinar fehacientemente quienes son los verdaderos culpables, no funcionarios de segunda o tercera categoría.

Para la gente, sin embargo, este autogol del gobierno nacional tiene un significado dramático porque no todos los días un país es capaz de dejar perder más de 120 mil toneladas de alimentos mientras la gente los necesita para subsistir. Fue, en términos humanitarios, un catastrófico y perverso autogol.

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