Opinión Nacional

Por qué escribo

Por una de esas casualidades que influyen sobre nuestras maneras de vivir, actuar y pensar, un amigo venezolano me hizo llegar un pequeño libro de ensayos de George Orwell, el inolvidable autor de 1984. Uno de ellos tiene el titulo de este artículo. En él, Orwell distingue entre cuatro motivos para escribir, más allá de la necesidad de ganarse su estilo de vida. Son ellos: «1. Mero egoísmo. Esto es el deseo de parecer culto, de que se hable sobre él, de ser recordado después de su muerte…

«2. Entusiasmo estético. Esto es la percepción de belleza en el mundo externo o, del otro lado, en palabras y sus correctos arreglos gramaticales y sintácticos. …

«3. Impulso histórico. Esto es el deseo de ver cosas cómo son, de averiguar hechos verdaderos y de mantenerlos para su uso en la posterioridad. …

«4. Objetivo político ­usando la palabra `político’ en el sentido más amplio posible­. Esto es el deseo de empujar el mundo en una cierta dirección, de cambiar las ideas de otra gente sobre el tipo de sociedad que deberían buscar. Una vez más, ningún libro es genuinamente libre de contenido político. La opinión de que arte no debería tener nada que ver con la política es ella misma una actitud política».

Pienso que en la mayoría de los libros, ensayos, artículos y demás publicaciones, los cuatro motivos se mezclan, aparte de que, como bien destaca Orwell, el dominio de uno(s) de ellos sobre los otros tiene que ver con los tiempos en los cuales viven los que escriben.

Adicionalmente, los motivos pueden mezclarse. Por ejemplo, el motivo político puede estar vinculado con el entusiasmo estético y el impulso histórico.

Esto último ocurre especialmente en tiempos turbulentos, de cambios societales profundos y muchas veces violentos, más todavía en épocas de crisis y de transformaciones civilizatorias. En este sentido, es mi impresión que los que escribimos hoy ­y hoy es desde hace cerca de 50 años­ hemos estado viviendo tales crisis y transformaciones con particular intensidad. Si entendemos por crisis «periodos más o menos prolongados en los cuales los conflictos y contradicciones tienen más fuerza que los mecanismos socio-institucionales para resolverlos» (I. Wallerstein) y por transformaciones civilizatorias todas aquellas que implican cambios tecnológicos, económicos, sociales, culturales, políticos y de modos de vida, estamos obligados a reconocer que los últimos 50 años deben caracterizarse como las épocas mencionadas arriba. Por lo tanto, ninguno de los libros, ensayos, artículos y demás publicaciones «es genuinamente libre de contenido político».

Esto vale más todavía para el mundo de los países en vías de desarrollo, subdesarrollados, dependientes o como usted, amigo lector, quiera nombrarlos. Un ejemplo particularmente patente de ello es el periodo de los últimos 40 años y, en su máxima expresión, los últimos 20. Si a nuestro país concreto queremos referirnos, 10 de ellos marcaron una regresión democrática pronunciada y los 10 siguientes el surgimiento de un nuevo totalitarismo, esencialmente diferente de las autocracias y dictaduras de antaño.

¿Por qué escribo entonces hoy con más intensidad que antes (aunque nunca haya dejado de escribir? La razón es sencilla: escribir en este tiempo es uno de los actos en la permanente resistencia contra ese totalitarismo. Porque éste destruye la sociedad, elimina la ciudadanía pretendiendo sustituirla por una masa obediente, quita las libertades generales y del individuo, socava las bases mismas de la República. No creo que necesite otra razón.

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