¿Hacia dónde va el presidente Chávez?
Hacerse esa pregunta significa hacer algo de historia del llamado proceso. Desde el juramento del Samán de Guere, donde descollaba el mandatario nacional y el Carlet difunto, junto al escorpión del Arias Cárdenas, que mucha agua ha corrido. En lo personal he combatido la dupla Chávez-Arias antes que el primero llegara a la presidencia de la república y con el segundo mantuve un combate y una denuncia de su gestión de triquiñuela en la Gobernación del Estado Zulia; mas lo cierto que el teatro estaba montado y las negociaciones han impuesto el reencuentro de los personajes, una vez que finalizó la farsa montada. Decir que ciertos grupos económicos, la incoherencia de un partido de masas como Acción Democrática y la psicología social del pueblo, todos engranados y mucho más le abrieron el camino al nieto de Maisanta; quien trabaja para morir como Gómez en el poder; es harto conocido, lo que se requiere para un cambio de rumbo con seriedad es aniquilar la postración de un pueblo, cosa que observo metafísica. He señalado reiteradamente que buscar el expediente de comunista del ciudadano presidente, no pasa de ser más que una sifrinada de los niños del este de Caracas; Chávez podrá ser de todo menos marxista, aunque él en las últimas de cambio se confiese como tal. Un populismo sui generis es lo que se impone en el país ante una cultura más que del miedo, de la indiferencia, que trabaja a su favor. La nación camina al zigzagueo del discurso presidencial; el modelo supuesto de socialismo que se implanta, no es más que un capitalismo de estado; en que resalta una nomenclatura, liderada por militares, jefes del partido y nuevos y viejos burgueses. Por lo que de no detener democráticamente este proceso, Venezuela vivirá por décadas una especie de feudalismo postmoderno, es decir, al calor de los consejos comunales, versión del villorrio medieval, el ciudadano se acostumbrará a su asistencia estándar médica a lo cubano, su aldea universitaria, el mercadito del fin de mes y las canciones aburridas de Ali Primera; en tanto desde la cúspide se envía el mensaje de un poder popular operante; cuando lo real concreto es que se hegemoniza un modelo de administración pública en que el no control del ejecutivo nacional es la nota. La abdicación de los otros poderes está consumada; la renta petrolera -ya lo ha dicho el investigador de la economía, Asdrúbal Baptista- hace posible que quienes dominen el estado puedan prescindir de los agentes económicos individuales y del verdadero empoderamiento popular, sin que el colapso llegue. En ese panorama si se impone de nuevo la aplanadora chavista, lo que viene son décadas perdidas. El gomecismo a lo Chávez pareciese indetenible; con el control de las armas del nieto de Maisanta y un generalato engolosinado con las prebendas que da el poder, no se hace revolución de ningún tipo; eso sí, se entroniza una nueva hegemonía. El consuelo para los paisanos, que no ciudadanos; es buscar en la literatura de nuestras plumas, que no del beato de Mario Briceño; no, recomiendo Sociología Pesimista en América latina, de Don Augusto Mijares. No es Chávez, es un colectivo quien apuesta por lo arcaico, como ayer la montonera apostó por Páez. Largos años de destrucción de las fuerzas productivas, fortunas económicas que se acrecentarán, parcelas que podrán succionar los oposicionistas; el país comienza en serio su desaparecida Radio Rochela.