Resiste, Franklin, ¡resiste!
La primera vez que vi a Franklin Brito fue frente a la OEA hace más de
un año. En ese momento eran los jóvenes que estaban en huelga de
hambre quienes captaban toda la atención de los medios. Brito estaba
con dos personas más en una esquina apartada de las bulliciosas carpas
donde estaban los muchachos y me impactó la energía que transmitía a
pesar de la debilidad que ya mostraba físicamente. Es increíble ver
las fotos de su antes y su después. Es como el antes y después del
país en estos once años. Porque nada puede justificar el estado de
deterioro en que se encuentra Venezuela después de once años de la
mayor y más continua bonanza petrolera jamás vivida. Es como si el
país también se hubiera puesto en huelga de hambre.
Me acerqué, le di la mano y le deseé que su caso se resolviera pronto.
Sentí en él una fortaleza arrolladora. La misma fortaleza que he
percibido de los sobrevivientes de campos de concentración que he
conocido, esa que proviene de la convicción moral de que se tiene la
razón, de que la lucha es auténtica, tan auténtica, que vale la vida
misma. La misma fuerza que deja atónitos a los adversarios, y que sólo
se pelea o descalifica con una altísima dosis de inmoralidad.
Franklin Brito es el símbolo de la resistencia ante el latrocinio y la
cayapa como políticas de gobierno. Y por eso es un quijote. A pesar de
que haya funcionarios que lo tilden de loco. A pesar de que le hayan
montado grabaciones y videos en los que tratan de descalificarlo. A
pesar de que lo hayan secuestrado y en contra de su voluntad sometido
a tratamientos que no deseaba. A pesar de las muy tentadoras ofertas
de reivindicaciones económicas que no son ni morales ni legales. Y es
que ofrecer la vida por una causa es algo que sólo hacen personas muy
íntegras moralmente y de una solidez espiritual que pocos tienen, como
los mártires.
Pero yo no quiero que Franklin Brito se convierta en mártir. Yo quiero
que Franklin Brito siga vivo, porque para reconstruir este país
necesitamos de muchas personas como él. Por eso te pido, Franklin, que
resistas. Te pido que te imagines cómo es la Venezuela que quieres y
por la que luchas en un futuro cercano. Porque esta locura, esta
podredumbre –literal y figuradamente hablando- esta ignominia, no
pueden durar mucho tiempo más.
Es hora de que en Venezuela se exalten los héroes civiles, ya basta de
iconos armados de espadas o fusiles. Queremos paz, no más conflictos.
Yo quiero ver al presidente de la república –sea quien sea- hablando
de evolución, no de revolución. Hablando de conciliar y reconciliar,
no de atropellar. Trabajando para el progreso, no para el atraso a
épocas pasadas e históricamente superadas.
Y es que ésta es la hora de los constructores, no de los destructores.
Quien finalmente se imponga será quien tenga el discurso de mayor
apertura, no quien maldiga, lance improperios e insulte hasta los
corresponsales extranjeros que simplemente cumplen con su trabajo.
Éste es el momento de los sembradores de valores, no del arrase de los
propagadores de antivalores. Estamos cansados. Estamos agotados de
tanta corrupción, de tanta mentira, de tanta ineficiencia. Es el
tiempo de buscar coincidencias, no de ahondar en diferencias. Es ya
que debemos comenzar a hablar de “nosotros” ¿No somos todos
venezolanos, aunque pensemos distinto, aunque tengamos ópticas
diferentes y opiniones diversas?… Los deseos de superación, de
integración, de inversión, de crecimiento, de propiedad privada, de
educación de calidad, de libertad, de paz son el común desiderátum de
cerca del 90% de los venezolanos.
Por eso, Franklin, te pido que resistas. Resiste, Franklin, ¡resiste!
Muerto te recordaríamos como un símbolo, ciertamente, pero los
recuerdos no obran milagros. Y necesitaremos milagros para recuperar,
reconstruir y restablecer el país. Te necesitamos vivo para que
trabajes con nosotros. Te necesitamos vivo para que nos transmitas tu
fuerza de voluntad. Te necesitamos vivo porque eres un ejemplo para
todos. Por eso, resiste, Franklin, ¡resiste!