Caracas a la deriva
Lo que en el pasado algunos llamaban la ingobernabilidad de Caracas no era en realidad otra cosa que falta de gobierno. Por eso el año 2000 se presentó a la Asamblea Constituyente una propuesta para transformar la ciudad de Caracas ‑integrada por los municipios Libertador, Chacao, Baruta, El Hatillo y Sucre- en una entidad político territorial única. Esa propuesta fue acogida parcialmente, dando origen a la creación del Distrito Metropolitano de Caracas “como unidad político territorial de la ciudad de Caracas” y a sus órganos de gobierno, la Alcaldía Metropolitana y el Cabildo Metropolitano, pero se eludió un factor clave: esa “unidad político territorial” se superponía a las dos existentes previamente, el Estado Miranda y un Distrito Capital que venía a sustituir el antiguo Distrito Federal. Sumado a otros elementos esto conducía a que la operatividad de la nueva instancia estuviera supeditada a la existencia de voluntad política particularmente entre sus partes componentes, los municipios.
Junto a la cada vez más exacerbada crispación política de estos años, ello condujo a que las dos primeras administraciones metropolitanas de Caracas se desenvolvieran con mucha pena y escasa gloria, la última de ellas incluso jugando abiertamente a su fracaso. Las elecciones locales de 2009, con las victorias en la Alcaldía Metropolitana, en la Gobernación de Miranda y en los cuatro municipios de este Estado de candidatos comprometidos con un proyecto común, abrieron en cambio un nuevo y más esperanzador panorama apoyado en la cooperación entre las distintas instancias a partir de la coordinación de la Alcaldía Metropolitana. Pronto esas esperanzas se desvanecieron frente a las acciones del gobierno central, secundado por la sumisa Asamblea Nacional, empeñado en reducir las competencias y los recursos de aquella aun violentando la Constitución.
Lo anterior no significa que se haya logrado neutralizar totalmente la capacidad de actuación de la Alcaldía Metropolitana a la que, si sabe aprovecharlo, le queda todavía un importante margen para movilizar a la ciudadanía, respaldarla en la lucha por su derecho a una ciudad digna y elevar sus reclamos a la autoridad correspondiente pero es urgente, a causa de la acelerada degradación a la cual el régimen ha sometido a la capital, hoy en muchos aspectos al borde del colapso, explorar opciones para fortalecer la capacidad de acción de la autoridad metropolitana.
La inminencia de un posible cambio de la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional amerita una reflexión de la oposición al respecto, cosa que no parece estar entre las prioridades establecidas por la Mesa de la Unidad Democrática. Creemos que entre las prioridades de esa nueva legislatura debe ocupa un lugar prominente la búsqueda del instrumento que mejor facilite la gestión metropolitana: es inconcebible un país digno con una capital en ruinas y hundida en la inmundicia.