Venezuela debe entregarse a la lucha
Yo quiero creer que estamos trabajando para la emboscada democrática del 26S. No habrá un solo centro de votación sin una cola apasionada y resistente esperando votar valientemente por la salvación del nuestra sociedad. Quiero creer, intensa y dolorosamente, que este país ha entendido que esa elección puede cambiar el curso que el teniente coronel ha trazado para nosotros: una espiral descendente hacia la miseria y el atraso social, político y económico. Yo quiero creer en este pueblo venezolano es, como decía Bolívar, más “caribe” que “tonto”.
El domingo, Día del Periodista, se dieron actos distintos en toda la ciudad pero la sociedad opositora y democrática no respondió al llamado como hubiera sido deseable: a esa última pantalla libre que queda en el país, la de Globovisión, no la acompañó nadie en sus actos, ni siquiera aquellos rostros públicos que tantas veces se han servido de la señal de ese canal. No caen en cuenta que esa empresa expone sus recursos y hasta las vidas del personal por informar lo que realmente sucede en el país. Allí estábamos Alberto Ravell, Carlos Zuloaga, Gladys Rodríguez, Pedro Luis Flores, Gabriela Matute, y todo el equipo que entra a los hogares venezolanos todos los días, a pesar de las amenazas, los insultos, las bombas, los ataques, los atropellos, los abusos de poder, las multas.
Hoy, frente a esta pesadilla, no podemos ser ligeros ni cómodos. Es la hora de, como ellos, darse entero, de establecer como prioridad la libertad y la democracia. No podemos permitir que se nos siga jugando sucio con un arbitraje indolente: Venezuela no es sólo un territorio y recursos naturales, es una voluntad palpitante, estoica, que sabe lo que tiene que hacer. Y lo hace. Si no, seremos solamente una historia más de este continente convulso. Una historia amarga en un mundo donde no hay espacio ni paciencia con un país aislado, dividido y mal acompañado.
