Opinión Nacional

Chávez entre la inopia y la risa

En la medida que la curva le baja a Chávez, le sube la adrenalina y con ella aumenta su inopia, su habilidad para el ridículo y la desgracia para los que tenemos
que asumir la vergüenza con pena ajena, que demostramos con una espontánea y lerda sonrisa por tenerlo como presidente de la República,. En realidad, es una real demostración ya innegable de la equivocación de un pueblo humilde, y la más sórdida viveza de un grupo de “empresarios” y otros vividores, que con una estigmática neutralidad (ni ni), han sumado con sus votos y su aporte económico el tiempo del desastre traumático de un presidente que no ha podido vender su personalidad con seriedad y cultura. No nos queda la menor duda de su diáfana estupidez, ni más remedio que el conformismo democrático, en la espera del siempre próximo proceso electoral. A Dios rogando.

Chávez no deja de ser el mediocre militar. El “lacio” faramallero de los que abundan en los cursos militares, que se creen el cuento de que el hábito hace al monje y que todo se puede si otro lo hace. Esos genios comandantes, a quienes les estorba el intelecto y el mérito de otros, porque su maraña cerebral no les permite la comunicación sin ínfulas de “superior”. Por ello pasa horas y horas balbuceando filigranas y supuestas ideas con una sarta de “bla bla bla” engalanada con química, física e historia, cumpliendo el rol del personaje asignado por Oliver Stone. Es realmente una fantasía que le trasmuta frente al circo de focas que le secunda y le aplaude sin inmutarse. Indiscutiblemente, ¡Da risa¡ Desgraciadamente, para los espectadores encadenados, si no apagamos, tenemos estoicamente que sufrir el trauma de atolondrarnos, al ver y oír como la bajeza se alinea con una babosa realidad: “tener que aceptar el ciclo político iniciado en 1988, que a la fecha nos ha conducido a la incertidumbre que está entrando en el anunciado cataclismo, donde se clarifica la verdad que dejo de ser impredecible”.

Sabíamos lo de la inopia y también de la conducta que sumiría Chávez como ser pensante, quien sin formación política ni social, actúa siempre como en un juego, cuyo ideal es siempre ganar, sin importar el costo para lograrlo. Nuestra sorpresa admitida con una sonrisa, no es más que el aceptar lo equivocado que han estado muchos venezolanos, que han creído en la posibilidad de lograr un cambio de actitud en este personaje.

Hemos llegado a la cumbre de la realidad del pomposo “proceso”, que como hemos dicho, no es más que una idea socavada de la vieja y fracasada tendencia marxista, que a la fecha solo impera en Corea del Norte y Cuba. Pero para alegrarnos, estamos viendo cómo van cayendo del pináculo la legión de seguidores, muchos compañeros de su frustrado intento de golpe de Estado en 1992, y el profuso grupo de pancistas, que con un interés económico o de respingo en su incapacidad profesional, se vinieron nutriendo de este falso ideal bolivariano. Ninguna otra cosa podíamos esperar de un “militarismo ignaro y belicoso”, que creó un clima de intolerancia y divisionismo vengativo contra quien no profesara o se uniera a esta distorsionada idea socialista, que, con el calificativo de “roja rojita” logró profundizar la división partidista a la que se refirió el Libertador en su proclama de Santa Marta. Afortunadamente, la MDU no cayó en la trampa.

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