Opinión Nacional

Atados a un cadáver

Antepongamos a las espurias ambiciones electoreras la grandeza generosa del patriotismo. La de septiembre es apenas una etapa en nuestra lucha por el futuro. Una etapa que se extinguirá tan pronto conquistada. Será la puerta, no más que la puerta hacia el futuro.

1.-Antonio Pasquali ha tenido el acierto de recordarnos la pena máxima que, según Platón, se aplicaba en una ciudad del Asia Menor a algunos criminales de alta catadura: atarlos a un cadáver en descomposición. Se refería con esta magnífica metáfora platónica a uno de los más insensatos, absurdos y pecaminosos ultrajes cometidos contra nuestra soberanía por un militar de la república: atarnos al cadáver cubano. Y condenarnos con ello no sólo al desastre apocalíptico generado por su desfachatada y escandalosa inoperancia, sino remacharla con soldarnos al lastre de un régimen condenado irremisiblemente al hundimiento.

Nada ilustra mejor esta nefasta atadura que la súbita aparición en Caracas de uno de los más cruentos criminales políticos cubanos de todos los tiempos, el tristemente célebre Ramiro Valdés. ¿Cómo se come el indigesto cadáver político del máximo jefe del G2 cubano, recibido en gloria y majestad en un acto que se acerca peligrosamente al delito de traición a la patria?
Si no fuera de suyo un gesto de franca estulticia y horror político, que nos empuja irremediablemente al calificativo de sub nación forajida y cuasi satrapía caribeña, mucho más insólita es la explicación con que se pretende justificar el exabrupto de su venida. Según el presidente de la república, a asesorarnos para resolver el grave problema de la crisis de energía eléctrica que sufrimos precisamente por apartarnos del camino del desarrollo y el progreso para acoplarnos al carro desvencijado de la revolución cubana. Una vía que no conoce otros resultados que la crisis económica, la destrucción de la base industrial, la mendicidad estatal, el colapso de todos los servicios públicos y la ruindad moral de los ciudadanos.

Pues es, precisamente, esta rocambolesca travesía hacia la isla de la felicidad emprendida en mala hora por el teniente coronel Hugo Chávez la que provocó el colapso de nuestras fuentes de energía eléctrica, desató la crisis de nuestros embalses, indujo a la cuasi destrucción de nuestro parque industrial y al riesgo de quedarnos tan a oscuras, como lo está desde hace décadas la isla del doctor Castro, de la que viene a salvarnos – colmo de los colmos de la imbecilidad humana – el “experto” en crisis energéticas Ramiro Valdés.

Llegará un día en que, ya aliviados de esta interminable e insoportable pesadilla, nos preguntaremos cómo vinimos a dar a este régimen de recoge latas, capaces de zamparse novecientos cincuenta mil millones de dólares para terminar en brazos de Ramirito Valdés, un asesino contumaz que merecería, cuando menos, seguir el mismo destino de Manuel Contreras, el jefe de la DINA pinotechetista que cumple condena de 294 años por secuestros y muertes de connotación política. A Ramirito no le alcanzaría el milenio. Aquel no es más que un niño de pecho en comparación con el asesino de La Cabaña.

2
Para qué hablar de los regímenes a que servían ambos esbirros y los mandamases que les daban el hueso de que roían. Podrá achacársele toda la inhumanidad del mundo, y nos quedaremos cortos, pues Pinochet fue en más de un sentido un desalmado que merece el desprecio mundial que le rodeara al momento de su muerte. Pero comparar la sociedad chilena, hoy por hoy, tras diecisiete años de dictadura y veinte de Concertación democrática el país más desarrollado de América Latina y en vías a equipararse a las sociedades del primer mundo, a cuya organización mundial, la OCDE, acaba de integrarse, con la Cuba paupérrima y esclavizada, humillada y escarnecida, que no vale un centavo, es no entender absolutamente nada. Grave menoscabo de sus potencias intelectivas que sufre el teniente coronel, y gracias al cual en lugar de haber usado todo el poder que ha concentrado en sus manos, no menor del que concentrara el general Pinochet y que le permitiera el despegue de la nación sureña hacia el primer mundo, lo malversó en aventuras descabelladas y ambiciones espurias, pisoteando nuestra soberanía y enajenando la patria en manos de una isla desesperada, hundida en el fango dictatorial e incapaz de alimentarse por sus propios medios y sobrevivir con el sudor de su frente.

Por eso viene Ramiro Valdés, el esbirro castrista, en su tarea represiva sólo comparable al Himmler que le sirviera a Hitler montándole sus campos de exterminio. A ver modo de transmitir su know how torturador a los encapuchados del régimen recién encumbrados a las más altas tareas de gobierno ante la crisis que lastra las relaciones del caudillo con los sectores uniformados, a darle alguna fortaleza al tambaleante régimen en bancarrota y a ver modo de seguir esquilmando por orden de sus mandantes – ¿Fidel o Raúl, Raúl o Fidel? – a la pobre y prostituida república. Negociante chatarrero, como todos los cubanos, dignos de una película de ciencia ficción, terminará de llenar el país con generadores de segunda mano, deshuese de cuarta generación de origen chino, iraní o vaya a saber Dios de que siniestro confín del subdesarrollo. Saldrá con los bolsillos llenos por cientos, talvez miles de millones de dólares, dejando el país más arruinado, si bien más preparado para afianzar el alicaído poder del teniente coronel.

¿Es aceptable seguir tolerando este deshuese sistemático y en profundidad de nuestra Nación? ¿Es tolerable esta sistemática traición a la patria y entrega de nuestra soberanía a una isla que no le llega a los tobillos? ¿Qué opinión le merece este delito de lesa patria a nuestros partidos políticos, a nuestras vapuleadas y prostituidas instituciones, a nuestra fuerza armada nacional? ¿No hay quién se compadezca por el triste destino de una patria tan gravemente atropellada?
3
Recién comienza febrero y pareciera que nos encontráramos en octubre. El tiempo se nos ha echado encima con una velocidad aterradora. Nadie hubiera predicho hace unos meses que ni siquiera las festividades navideñas podrían paralizar las protestas y que sin darse un respiro los conflictos volverían a encenderse a la vuelta del año. El 2010 se nos envejece entre las manos y la crisis se acelera a pasos agigantados. ¿Qué hacer?
Sucederá con Ramiro Valdés lo que ya se ha convertido en la dinámica propia de un régimen definitivamente condenado a la extinción: cada solución se convierte en un nuevo problema. Pinochet logró atravesar y superar graves crisis, sobre todo económicas, porque tenía un control dictatorial y absoluto, policíaco y sangriento de la sociedad chilena. Pero sobre todo porque su proyecto tenía por objetivo la reconstrucción del aparato productivo y financiero chileno, y llevaba en sus entrañas el regreso a la democracia, propiciado incluso por sectores civiles de su gobierno y por una parte de la propia junta de gobierno. Contando además con la más excelsa y culta gerencia pública con que podía contar una nación como la chilena: expertos en diversas áreas formados en las mejores universidades del mundo. ¿Comparables con Tarek El Aissami o Elías Jaua, dos incompetentes sin otra pasantía universitaria que la de las capuchas?
El que hoy sufrimos ni cuenta ni le permitiremos contar con esa potencia represiva ni tiene por objetivo reconstrucción alguna. Si le cabe alguna lógica, es la desquiciada de hacer tabula rasa de todos nuestros logros y valores, arrodillar a nuestra ciudadanía y retrotraernos a las cavernas del llamado socialismo del siglo XXI. Proyecto que, visto desde una perspectiva macropolítica, no tiene alternativa alguna de asentamiento. Lo devora su inoperancia y las graves crisis estructurales que ha propiciado – de las cuales las de la energía y el agua no son sino las más inmediatas y explosivas -, así como el cierre de sus perspectivas de internacionalización, dado el giro de la región hacia gobiernos de derecha o centroderecha. Se murió la ilusión del expansionismo castro-chavista. Podemos apostar al giro del mismo tenor que sufrirá la OEA: de ser instrumento en manos del castro-chavismo, amenaza con convertirse en un auténtico regulador de los conflictos regionales. Incluso de la mano del mismo Insulza, cuya reelección está en veremos pero que de darse, lo sería condicionado a un cambio radical en su postura filo chavista.

Las condiciones son óptimas para la oposición, si comprende el desafío histórico existencial que enfrenta: salvar pacifica y democráticamente – si ello nos es posible – la república de la disolución y el caos y recuperarla para construir de inmediato una democracia emprendedora, modernizadora y capaz de poner todos nuestros recursos al servicio de un proyecto estratégico como el que asumieran los chilenos luego de la crisis que vivieran en los setenta, de signo similar al que hoy nos atribula. Terminar de una buena vez por ponerle coto al populismo estatólatra, acabar con la mendicidad de ciudadanos minusválidos propiciada desde las instituciones públicas, poner todo el peso del desarrollo en la iniciativa privada, sanear las finanzas públicas y convertirnos de mendicantes en productores.

Si tal hiciéramos, Venezuela entraría al siglo XXI por la puerta ancha, apostando a incorporarse al Primer Mundo. Esa es la visión de futuro. Enzarzarse en inútiles y vacuos enfrentamientos en torno a los candidatos de septiembre demuestra miopía política, estupidez y miseria moral. Antepongamos a las espurias ambiciones electoreras la grandeza generosa del patriotismo. La de septiembre es apenas una etapa en nuestra lucha por el futuro. Una etapa que se extinguirá tan pronto conquistada. Será la puerta, no más que la puerta hacia el futu

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