El otro yo del Dr. Cabello
Un amigo mío dado a los chistes obvios (y malos) me sale al paso para decirme que Diosdado Cabello es un impostor. Cometo la tontería de preguntarle por qué.
1 Fíjate en su nombre: ¿no tiene Dios mejores cosas que dar? No entiendo el chiste, pero el hombre va ahora con el apellido.
Buen político, ofrece y no cumple.
¿Cómo llamarse Cabello quien ya casi no lo tiene? El estólido humorista no me alegró el día, pero un par de declaraciones de Diosdado me lo traen a la memoria sin poder evitarlo.
Diosdado, José Vicente y demás clavos que cometieron el error de sobresalir, perdieron rango y visibilidad. Tarde comprendieron que el ojo del Presidente es omnipresente. No le gusta que en su derredor crezca la hierba. Por eso lo inteligente era avanzar sin ruido. José Vicente tomó distancia del caudillo para evitar descalificaciones. Los puntos que perdió fueron peones sacrificados para mantener permíteme Andrés Eloy una proximidad de lejanía. Ni cerca ni lejos, para lo que pueda ocurrir.
Diosdado no es tan sutil. Agarró posiciones en la FAN, el partido, el parlamento, gobernaciones y alcaldías, sembrando la sospecha de que estaba en operación de recambio. Si el enfermo se agravaba estaría entre los barones encastillados en lucha por la sucesión. Sus resonantes progresos iniciales en el partido levantaron polvo y alentaron la suspicacia. Decidió conjurarla con una empalagosa retórica a favor del supremo. Por desgracia, y así suelen ser las cosas, mientras más profesiones de fe y mayores sean sus manifestaciones de amor por el caudillo, más se van a estar cuidando de él.
2 Las palabras de Diosdado, esas que me hicieron evocar al precario humorista, subrayan que la oposición es cínica cuando dice desearle salud al Presidente. Juzgando por su condición, pensará Cabello que en el fondo lo que quiere es su muerte o inhabilitación pero opta por encubrirlo para atenerse a convenciones sociales. Con semejante «acusación» pretende recuperar puntos perdidos además de esperar un justo reconocimiento: ¡es un valiente, se atreve a decir lo que los enemigos del proceso ocultan alevosamente! Y eso si se lo traga alguna simpatía despertará en el mandamás.
Cuando falleció el ex presidente Carlos Andrés Pérez, Chávez no levantó los puños gritando aleluyas. Emitió una opinión equilibrada («cínica» diría Diosdado, si fuera coherente) independientemente de lo que pensara su Otro Yo. ¿Procedió mal? No creo. Pese a odiarlo con ferocidad, quiso mostrar una «faceta humana» no hiriéndolo con saña en la ocasión de su muerte.
El operático cáncer presidencial encontró una oposición unida y serena. Sus declaraciones son las que corresponden a gente equilibrada y humana. Alegrarse por los males físicos del adversario es moralmente reprensible y políticamente muy torpe. Los amigos de las ciencias ocultas añadirán que encima de todo es pavoso.
3 Pero hay más. La oposición no busca desahogarse sino ganar voto a voto. Sabe que las miradas están fijas en lo que haga. Debe traducir en hechos sus promesas, incluida la reunificación de la nación luego de doce años de división y violencia. Sería imposible reunificar nada, si hablara como quieren los sicarios o como por lo común lo hace el Presidente.
Está en la calle la salida electoral. La oposición se fortalece en ese cauce. Es tan sólida su convicción, que organiza unas primarias sin precedentes en la historia del planeta. Sin pausa se instalan las Juntas de Primarias en los 24 estados. Emoción, participación y organización. ¿Cómo sacrificar la impresionante elección de candidatos por votación popular para competir con quien se ungió emperador, despreciando a los suyos? Igual que en los siglos XVIII y XIX, el monarca será derrotado por la voluntad general.
Entienda señor: a la disidencia le interesa vencer al fanático de la reelección. Si Chávez llegó en la ola del sufragio, esa misma ola podrá llevárselo en 2012. A quienes buscan una victoria inobjetable les interesa que el enfermo se cure si el cáncer no es otra impostura y afronte las elecciones sin más evasivas.
Los motivos de la oposición son claros.
¿Cuáles son los de Diosdado? Su situación no es envidiable. Jaleo se tire al suelo, crece la ojeriza en su contra. ¿Injusta? No lo sé. Dentro del chavismo su futuro no parece promisor. Fuera del chavismo, probablemente ya no pueda pasar de contrabando. ¿Y entonces? Algún frío e implacable jugador dirá: para salvar la partida, el camino que le queda es la sucesión, pues hasta este momento es todavía uno de los profetas armados. Semejante posibilidad, sin embargo, depende de la salud del Presidente y del parte médico de Fidel. Si sale adelante y vuelve al ruedo, como esperamos, el que siga insinuando sucesiones será echado del PSUV.
Son especulaciones algo hiperbólicas quizá, pero subsiste el problema de que lo peor para un personaje con una ambición de poder que lo desborda, es que todos los escapes se le «escapen».
En cualquier caso lo mejor siempre será escuchar la autorizada opinión del árbitro inapelable: El Otro Yo del doctor Cabello.