Opinión Nacional

El paciente habanero

La intención del título de este artículo es paródica pero no del todo exacta.

En la novela  de Micahel Ontdajee, llevada al cine en 1991 por Anthony Minghella, el paciente del título tampoco era inglés; nuestro paciente no es habanero, aunque lo parezca si atendemos a las expresiones, giros, modismos y, en ocasiones, hasta se diría que  el característico acento de la isla que emana de él.

Así que yo debería más bien titular : “El paciente que viajaba con frecuencia a La Habana,” pero suena a título de Georges Simenon y, me perdonan los adeptos al belga autor de policiales, pero hace tiempo que decidí que las ficciones de Simenon son embaucadoras bagatelas apenas más soportables que sus llamadas “novelas duras” sólo porque las primeras son más cortas.

De cualquier modo, entre venezolanos de esta Edad Oscura, hablar del paciente habanero, aunque éste no sea nativo  de La Habana, ya nos pone en la pista de a quien nos referimos. Sea, pues, el paciente habanero.

Digamos de una vez que, al menos en los mentideros que frecuento, el paciente habanero suscita todavía dudas en algunos : “¿y si todo no es  más que un montaje para mover la simpatía del electorado?”, es la pregunta favorita, formulada con cejijunta suspicacia.

La verdad, los escépticos cada día son menos pues ya se ha consolidado un vasto consenso de que, en efecto, la variable que ha venido a complicar el modelo de interpetación de los encuestadores favoritos de los programas de opinión no es una neuritis del tipo conocido vulgarmente como “culebrilla”, ni algo que necesite, a estas alturas, una tomografía por emisión de positrones ni mucho menos una biopsia excisional para confirmar que se trata de una dolencia más bien del tipo que lleva al afectado a impetrar la intercesión conjunta de Santa Rita de Casia y José Gregorio, el Venerable del sombrero fedora y los brazos enlazados a la espalda.

Despejada, una y otra vez, y por el propio paciente habanero, la cuestión de la naturaleza de su dolencia –inopinado episodio que habrá de entrar en la historia del socialismo del siglo XXI como un genuino golpe de timón de los hados –, y aunque el paciente habanero haya decretado ya su curación, emerge sin embargo un tópico accesorio: el de las fases anímicas por las que atraviesa todo aquel que recibe un diagnóstico sumamente adverso.

Dichas fases han sido descritas desde hace años por el llamado “Modelo Kübler-Ross”.

2.-

La doctora Elisabeth Kübler-Ross ( 1926-2004) fue una siquiatra estadounidense de origen suizo que ocupó parte de su vida en estudiar los fenómenos anímicos asociados a las etapas   finales de una enfermedad letal.

El modelo empírico que lleva su nombre fue formulado en 1969 y,desde entonces, ha permitido elaborar  diversas exitosas estrategias para el tratamiento de enfermos terminales.

Dichas fases son cinco, a saber: a)Negación, b) Depresión, c) Negociación, d) Rabia, e)Aceptación.

La primera, la de negación, se caracteriza por una euforia desmedida que se expresa en la decisión de vencer el mal: “Esto no podrá conmigo”. Usualmente dura poco, pero hay casos en que la etapa se puede tornar sumamente maníaca…y prolongada. La negación es seguida por la depresión. Se expresa con un “¿porqué a mí? Suele ser devastadora y de duración variable. Llena de consternación a los parientes cercanos.

La tercera fase, esa que Kübler-Ross llama “de negociación”, entraña la idea de un Ser Superior, llámese Dios o el Destino, con quien el paciente entabla una negociación: “Solo pido tres años hasta ver a mi hija salir de la Universidad”, por ejemplo. Curiosamente, por esta eatapa pasan creyentes, agnósticos y ateos por igual.

La cuarta etapa es la más dura: el paciente, una vez persuadido de que no ha de salvarse,  desarrolla una sorda –  a veces no tan sorda – rabia contra aquellos que le rodean y que han de sobrevivirle. Es la etapa más dura para los parientes cercanos: el paciente se torna intratable y, en muchas ocasiones, déspotico y cruel. Al cabo, llega la aceptación: es la etapa más mística y, con mucha frecuencia, trae consigo paz y beatitud al paciente. O más depresión, según su talante.

El lector que haya llegado hasta aquí habrá, seguramente, entablado similitudes con lo que la red mediática gubernamentel ha dejado ver en los últimos meses. Este escribidor, curiosamente, no se pregunta en qué etapa de su ordalía espiritual se halla el paciente habanero.

Tengo para mí que más gravemente vulnerada por la enfermedad se halla la extravagante coalición que le apoya. Octogenarios jerarcas cubanos, militares venezolanos de alta graduación señalados de ser instrumentos del narcotráfico, batequebrados radicales de ultraizquierda exencapuchada, hombres de negocios y bolibanqueros, el inepto alto funcionariado del gobierno, clientes, proveedores, allegados y demás deudos y amigos.

Cada uno de ellos, individualmente, y no importa lo que diga o vocifere en público ante las cámaras, ya debe haber dejado atrás la negación eufórica y la depresión y piensa sólo en sí mismo y su suerte futura.

La alta dirigencia del Psuv, por citar un ejemplo, con seguridad ya está en etapa de negociación mágico-religiosa con algún Poder Supremo que meta su mano poderosa y evite el desguañangamiento histórico que ninguna medicina cubana, ningún titanismo mesiánico, ningún salto del precio del crudo  podrá evitar.

El espectáculo digno de ver será la etapa de rabia contra los que han de quedar sobre la faz de la tierra.  Entonces será la Hecatombe  de la que, esperemos, quede con vida alguien que razonablemente pueda representar al chavismo en las eleccciones de octubre de 2012.

Entre tanto, la MUD  tiene el deber de crecer y crecer y crecer hasta, para revivir el eslogan de la exitosa campaña de François Mitterand en los años 80: convertirse  en una imbatible “fuerza tranquila”. Amén.

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