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La poesía debe ser hecha por los poetas

En días pasados los creadores, poetas, músicos, artistas plásticos, escultores, narradores, ensayistas y estetas en general, leímos lo que pudiera interpretarse como el Primer Manifiesto de los Escritores e Intelectuales chavistas con el proceso revolucionario venezolano titulado graciosamente bajo el rótulo nada originalmente L’autremontiano “LA POESÍA DEBE SER HECHA POR TODOS”.

Este delirante título-manifiesto trajo a la memoria una feliz frase que leí en una entrevista al egregio Maestro, filósofo y políglota José Manuel Briceño Guerrero hace unos cuantos años. Decía el ilustre pensador –palabras más palabras menos- que “sólo hay poesía ahí donde hay poetas” y me temo, por los aberrantes signos que muestra la “revolución” bolivariana, que los tiempos que vivimos no son tiempos precisamente poéticos. En el peor de los casos no son tiempos éticos en rigor.

Los poetas, artistas e intelectuales del régimen, portaestandartes de la nueva isla de Robinson, se asumen como los heraldos de la tribu; ¿cuál tribu?, se pregunta el lector que posa su mirada sobre la Declaración de Guerra que simboliza el manifiesto de marras.

Grosso modo, puedo suscribir ese párrafo que postula el quehacer poético “en su sinceridad, en su capacidad de cuestionar, de descubrir, de proponer, de exaltar, de sublimar a los seres humanos y de ayudarlos a vivir la vida como belleza, como don de la providencia, como obra del amor por la humanidad y del trabajo.” No obstante la anterior proclama, desde la angustia vital que supone la creación estética misma cómo podría inteligirse la intrínseca capacidad de cuestionamiento de la “nueva estética lírica revolucionaria” si la actual poesía gubernamental del nouvelle regimen es una bochornosa hilvanación de ditirambos y exaltaciones a las “bondades” y “excelencias redentoras” de la ínsula barataria del proceso emancipador que vive esta patria de Libertadores sumergida en el interminable baño de sangre que deja tras de sí el espantoso hamponaje desatado sobre los cuatro puntos cardinales de la Pequeña Venecia revolucionaria. Cúales son los argumentos que esgrimen los escritores y poetas agrupados en esa taifa tribal denominada aspavientosamente con el rimbombante nombre de “Círculo de Creadores Bolivarianos César Rengifo” y que reivindican rabiosamente el estandarte de “la lucha por la vida”. ¡Hipócritas, poetastros, adulantes y propagandistas de la trapa!. Porqué demonios no redactan un Manifiesto por la Vida pidiendo un amplio debate nacional para frenar y poner coto de una buena vez a ese flagelo que amenaza con convertir la patria de Ramos Sucre, de Andrés Bello, de Pérez Bonalde, de Rafael Cadenas y del mismísimo Luis Alberto Crespo en una auténtica carnicería nacional. Eso sí sería una verdadera cruzada por la vida; un debate nacional contra la inseguridad y contra la corrupción que asedia las últimas casamatas del espíritu de “esta República de tristes” como la llama el vocero de los poetas oficiales, de cuyo nombre no quiero ni acordarme. Esta hora atribulada y aciaga de densos nubarrones que se ciernen sobre el cielo de la nación exige, ciertamente, un compromiso; empero, un compromiso con la Venezuela profunda y doliente que ve y constata con estupor la gran estafa que se ha cometido contra sus hijos y su futuro hecho aguas antes de que cantara el gallo del viejo y decrépito amanecer tantas veces exaltado y otras tantas denegado por los nuevos adalides del cambio y los viejos procedimientos de siempre.

*Historiador y escritor.
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