La cantante calva: reir para no llorar (Eslovenia)
(%=Image(6354566,»R»)%) Ayer, en la sala Ana Julia Rojas del Ateneo, el grupo esloveno Primorsko Dramsko Gledalisce entregó al público una excelente puesta en escena del clásico del teatro del absurdo La cantante calva. Un escenario con tan sólo seis sillas y un reloj en el centro, fueron suficientes para deleitar hasta las más grandes carcajadas a todos los asistentes, por aquello que tiene el absurdo de real.
Todos los personajes, interpretados por hombres, definen con claridad una identidad que se encuentra en los arquetipos convencionales de la vida social: un primer matrimonio donde el hombre, machista y gris, permanece ajeno a la posibilidad de escuchar; la mujer sumisa es, al mismo tiempo, irónica y demandante; un segundo matrimonio colmado de indiferencia hasta el extremo de no recordarse, un ama de casa con fuerza huracanada y un bombero que viene a traer la confusión a la casa.
Los personajes, sumidos en las conversaciones más ilógicas, nos dan cuenta de un mundo donde la incomunicación forma parte de la práctica social, hasta en la pareja, demostración de lo que significa ignorar, aun con palabras, a quien tenemos al lado. ¿Y quién no lo ha sentido o hecho en algún momento de su vida?
Paradójicamente, en plena era de la comunicación, el desconocimiento del otro, la “incomunicación”, parecen ser los verdaderos efectos de un sistema en decadencia, al cual Ionesco no puede dejar de observar con una mirada irónica y burlona, mas no por eso, menos auténtica y “realista”, aunque el término pueda sonar descabellado. Sin duda, en el teatro del absurdo encontramos las más directas alusiones a una realidad incomprensible, pero en la que efectivamente vivimos. En Ionesco, un argumento nada significativo como el de La cantante calva, es suficiente para convertirse en el símbolo de una sociedad de hombres alienados.
(%=Image(9605420,»C»)%)