Cultura: defender lo que queda
(%=Image(9766193,»L»)%)No es mi propósito abrir un libelo acusatorio sobre el
inmenso fracaso de las políticas culturales del
gobierno bolivariano. En cierto modo y debo
confesarlo, que ya considero bueno ante la demolición
material e institucional a la que se ha sometido al
país, el que no trataran de imponernos con los que en
su momento fueron los nuevos gerentes culturales del
régimen, su visión sesgada y regresiva del mundo que
ellos pudieran haber llamado de «carácter
inconfundible» nutridas en nuestro caso de diana y
música militar, y contrariamente al menos en sus
programas y objetivos, no han negado del todo la
valoración y el estímulo de una sustentación hacia una
cultura de acento nacional de emoción propia con
vocación universal y vigencia contemporánea.
Algunos de estos gerentes, han dicho mostrando un
singular coraje si nos atenemos a la caza de brujas
que ha venido definiendo desde el principio el proceso
de politización de nuestras instituciones culturales,
que una «gestión cultural pública» era imposible, sin
una acción cultural expansiva, participativa, no
excluyente, en equidad y justicia que alcanzara a todo
el territorio nacional, si no se corregía la situación
político-institucional y presupuestaria. Como es
notorio ni una cosa ni la otra. El régimen calibró la
cultura dentro de su pretendida revolución, si acaso
para fabricarla luego de apoderarse de manera
definitiva de la maquinaria del Estado, contando
previamente con la liquidación de sus enemigos. En
esto también ha sucumbido y por lo que vemos tampoco
va poder lograrlo. Sin embargo, lo que se presenta
como urgente es evitar que este desdén que amenaza la
protección, preservación, conservación del patrimonio
cultural ya existente y cuya garantía es
responsabilidad del Estado como lo señala el artículo
99 de la (%=Link(«http://www.mpd.gov.ve/constitucion/tituiyii.htm»,»Constitución de la República Bolivariana de Venezuela»)%)
, pueda finalmente consumarse.
Hace algunas semanas, el cierre y la protesta
por la falta de mantenimiento en algunos museos y las
deudas en pagos salariales de su personal, fue una
noticia más, que perdió importancia a pesar de su
gravedad, motivado al contexto de la patológica
politización que viene acosándonos sin descanso.
Haría mucho mientras permanezca en el poder el
gobierno actual, que las altas autoridades del CONAC
administren los miserables recursos que aún puedan
ordeñar, en dirección a no dejar perder lo que ya
teníamos, que no era tan escaso ni tan malo ni tan
elitesco como fueron sus diagnósticos fervorosos al
asumir la tutela de su gestión.
El abandono de programas culturales difusos, y los
netamente ideológicos como el de las emisoras llamadas
por el gobierno «medios alternativos» y que no son
otra cosa que instrumentos de propaganda
política-partidista amén de otros recortes
presupuestarios, es prioritario ante la necesidad de
detener que se erosione más aún y terminen por
perderse parte importante de nuestra invalorable
herencia cultural. Sería una genuina acción patriótica
que el CONAC comprenda la ineludible misión que tiene
hoy ante las circunstancias.