Profesión: refugiado
De una de las tantas instituciones que albergan refugiados de las recientes lluvias, salía un grupito –bolsita colgada del hombro- un par de dias antes de la navidad, quienes inquiridos por los militares expresaron que ellos se iban de vacaciones, pero estarían de regreso en enero. Así fue, muchos de ellos regresaron en enero, para seguir recibiendo sus tres golpes, sin mover un dedo. Muchos de ellos abandonaron sus puestos de trabajo, y cuelgan de la esperanza de recibir comida y vivienda por el resto de sus días.
Nunca creí en la especie de que el gobierno tenía bajo su control 120.000 refugiados. Mantuvo una cantidad importante, pero nunca esa grosera multitud. Ese fue el pretexto para: vestirse de pueblo, anunciando su solidaridad para con ellos. Al palacio, a los ministerios y a cuanto lugar tuviese un espacio, llegaron por centenas. La improvisación generaría múltiples problemas. También servía para darle cuerpo a la necesidad de aprobar múltiples leyes, bajo la figura de emergencia y ahora habilitante, que terminaran de redondear el camino al socialismo. Burdo el montaje.
Muchísimos refugiados nunca fueron damnificados. Aprovecharon el desorden institucional para colarse en las filas, estimulados por las cadenas televisivas donde el presidente abrazaba viejitas y repartía caramelos. Yo siempre estaré de acuerdo con un manejo solidario de la crisis, pero nunca apoyaré las medidas populistas que llenaron a los ministerios de refugiados, en un modelo que los coloca en una condición casi irreversible. Cientos de hoteles aun tienen albergados refugiados y los reportes señalan que muchos de los que se van, se llevan los enseres, los ventiladores y hasta las pocetas y lavamanos. La profesión de refugiado supone algunas prerrogativas, para algunos de ellos. Los caseros, asumen como el menor daño, el hecho de que carguen con todo.
Una cantidad de familias ha ido abandonando los refugios. Muchos de ellos estaban allí, cuando su verdadera situación era una pequeña afectación a sus viviendas. Otros buscaron soluciones solidarias con sus familiares. Algunos no soportaron la inclemencia de las situaciones que se viven en los refugios, pues entre ellos mismos se irrespetan derechos, propiedades y dignidad. Robos, violaciones y vejaciones son comunes. Bien circulada la noticia del robo a oficinas de Miraflores, donde cargaron con computadoras y hasta una réplica de la espada de Bolivar. Algunos son Bolivarianos.
El año que viene volverá a llover. El año que viene, tendremos de nuevo refugiados. El Hotel Meliá y el Sheraton (por sólo mencionar dos ejemplos), en la zona costera de Caraballeda, bajo control del Gobierno, debería prepararse como instalaciónes de refugio provisional para damnificados. Esas instalaciones, tendrían mejor infraestructura, que la “invasión” permitida en oficinas gubernamentales. Piensan poco, hacen menos.