Opinión Nacional

Chávez: “Cambio casas de fantasía por votos de verdad”

No hay duda que Chávez aprovechó las vaguadas de diciembre, primero,  para hacerse aprobar una “Ley Habilitante” que anuló los resultados  de las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre pasado que le arrebataron la mayoría calificada en la Asamblea Nacional; y segundo, para iniciar un plan de reconquista del voto en las barriadas populares de Caracas que le viene siendo adverso desde su derrota en el referendo para la reforma constitucional de diciembre del 2007.

Dos objetivos que han dejado de manifiesto, aun para incrédulos “a prueba de Chávez”, que se trata de un pichón de dictador con una desbordada vocación totalitaria que terminó cancelando todo compromiso con la voluntad electoral de los venezolanos, y que, tras el demagogo que ya conocíamos, se esconde otro más feroz, desvergonzado y cínico capaz de echar mano a cualquier marramucia con tal de salirse con la suya.

Queremos referirnos a este último Chávez -insisto que no desconocido, sino inflado aun para la capacidad de engullir deformidades de la más voraz imaginación-, no solo porque rebasa cualquier otra  actuación que nos hubiese deparado en estos 12 años de teatro donde comedia y tragedia nunca han dejado de darse la mano, sino por su capacidad de exacerbar el ridículo nacional a extremos que no soñaron ni Antonio Guzmán Blanco, ni Cipriano Castro.

Un ministrone, en consecuencia, de autoritarismo de opereta como fue la entrega de una copia de la espada del Libertador al nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Fernando Soto Rojas; así como declaraciones rimbombantes y funambulescas como esas de  “que se convertía en el primer constructor del país”, o que se autoimponía  un  nuevo sol, grado, o titulo que no es otro que el de “Comandante en Jefe de la Construcción de Viviendas”.

Y vénganse a abrazar viejitas, a besar niñitos, a hacerse el simpático entre   grupos de hombres y mujeres que vienen desterrados de sus maltrechos ranchos y querencias, donde el gobierno más irresponsable de la historia venezolana los abandonó luego de tener el tiempo y los recursos para construirles, no solo viviendas dignas y eficientes, sino de proporcionarles trabajos fijos y rentables para mantenerlas, dotarlas  y multiplicarlas.

Hombres y mujeres que estarán preguntándose: “¿Y de dónde salió este loco? ¿No es el mismo que aparecía todas las noches en el Canal 8 inaugurando petrocasas en Cuba, urbanizaciones en Nicaragua, puentes, autopistas y carreteras en Ecuador,  barrios en Perú, villas en Bolivia y complejos habitacionales en Uruguay, mientras nosotros oíamos crujir los techos y paredes de zinc y  cartón de nuestras humildes viviendas que solo por un milagro de la Divina Providencia se mantenían en pie y nos permitían sobrevivir otra noche y otro día?

¿No es el mismo también que regalaba refinerías, y oleoductos, y gaseoductos, y fábricas, y prestaba dinero (nuestro dinero), sin intereses, y regalaba petróleo (nuestro petróleo) o lo vendía a precios irrisorios, y se vanagloriaba en países y eventos de que lo llamarán Don Regalón?”

Sí…sí que  es el mismo. El mismo que fue presidente del estado más rico de América Latina, como que hubo un momento en que  el precio del petróleo se cotizaba a 120 dólares el barril, pero que entonces, hace apenas unos años, no pensaba en nosotros, en “los sin techos”, en “los sin casas ni ranchos”, porque su obsesión de aquellos días era buscar  (más bien: “comprar”) aliados para una entente anticapitalista, antiimperialista, y antinorteamericana, con la que presuntamente iba a derrotar los ejércitos de los imperios, de los reinos y sistemas del mundo y convertirse en el único, incontrastable. indesafiable e indiscutido “Salvador de la Humanidad”.

Cruzada en la que, por supuesto, salió con las tablas en la cabeza porque la “Guerra Fría” había terminado 15 años atrás, y Venezuela no era la Unión Soviética, ni Estados Unidos el país de Eisenhower, Nixon, Reagan y  los Bush, y él,  Hugo Chávez, no era Stalin, ni Jruschov, ni  Brezniev, sino un teniente coronel despistado y desterrado del siglo XXI que  por lecturas de adolescente mal digeridas no se había enterado que las nuevas guerras no se ganaban en los campos de batalla sino en el ciberespacio, ni conquistando territorios sino mercados, ni tomando países sino innovaciones tecnológicas

Pero anotemos que estamos hablando del pasado, de temas que ya no están en la agenda del “Comandante en Jefe de la Construcción de Viviendas”, pues, derrotado en todos los frentes en que soñó que el tiempo se había congelado, lo que lo vendrá ahora es un áspero debate que tiene que darse en la Asamblea Nacional y donde 67 nuevos diputados de la oposición pedirán cuentas de la catástrofe en que convirtió a Venezuela en 12 años de desgobierno, y a través de él, en la derrota que lo espera y que será total y absoluta en las elecciones presidenciales del 2012,

Por eso, la Guerra Fría internacional tiende a convertirse en la Guerra Caliente nacional, y por eso, igualmente,  los una vez “sin techos” de Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Uruguay, son ahora los de los barrios de Caracas (Carapita, Plan de Manzano, Blandín, Niño Jesús, la Bombilla) y tantos otros cuyos votos son imprescindibles para que el “Comandante en Jefe de las Viviendas”  salga  medianamente bien parado en las elecciones presidenciales de diciembre del 2012, pero previo cumplir las promesas de que les construiría casas como las que regaló en otros países del Caribe, Centro y Suramérica.

Pero quiero subrayar que se trata de eso, de promesas, ya que con un déficit habitacional que Chávez encontró hace 12 años en 1.500.000 unidades y ahora alcanza los 2.500.000, los precios del petróleo sin recuperarse del pico de los 120 dólares el barril que toparon en el 2008, y las empresas de construcción privadas que siempre fueron fundamentales para atender los problemas de viviendas en el país estatizadas y quebradas, es evidente de que se trata de otro delirio chavista, de otro engaño, como aquel con que pretendió resucitar el comunismo marxista que dormía el sueño de los justos después que los pueblos de Rusia y Europa Oriental lo enterraron de una vez y para siempre a comienzo de la década de los 90.

Chávez, sin embargo, luce desesperado, enloquecido por la obsesión de que ahora los  pobres, los “sin techos”,  si le van a creer, y votarán por su candidatura en el 2012, y para eso recorre el país buscando damnificados para instalarlos en las dependencias oficiales de Miraflores, ministerios, empresas del estado, y cuanto terreno vacío encuentra y sospecha apto para acogerlos.

Error descomunal, y sin límite, ni medida, como quizá no cometió ningún otro de los tantos locos “que nos han gobernado”, y que, a la par de contribuir al deterioro de estructuras e edificaciones que ha costado tanto construir, deja en el presunto futuro beneficiario la sensación de abandono, de orfandad, porque no es que no les construyó casas durante los 12 años en que tuvo todos los recursos del  mundo, sino que ahora, no es capaz de construir refugiados adecuados para que crucen sin casa propia el desierto de otros años, o quizá meses,  en que empiecen nuevas lluvias y nuevas inundaciones.

Por eso, igual después del fracaso en que despilfarro enormes recursos tratando de darle respiración boca a boca al definitivamente muerto y enterrado comunismo, Chávez tampoco le construirá viviendas dignas y eficientes a los pobres y “sin techos” de Venezuela, que aprovecharán las circunstancias electorales del 2012 para convertirlo en un pésimo recuerdo de sus carencias, sentimientos, política e historia.

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