Chávez y el diálogo
El presidente Chávez en la presentación de la “memoria y cuenta” de su gobierno para el año 2010, ante la Asamblea Nacional, hizo un llamado al diálogo entre gobierno y oposición, anunció que iba a reducir de 18 a 5 meses el período de vigencia de la ley que lo habilitaba a legislar por decreto y mantuvo una actitud respetuosa frente a los diputados de la Unidad Democrática, afirmando además que los consideraba adversarios, pero no enemigos. Sólo unos pocos días antes, los había calificado de “vendepatrias” y lacayos del imperio, que había que “pulverizar”, “triturar” e impedirles aprobar “ni una sola ley”. En el mismo discurso, aseguró que su proyecto no era comunista. Esto último me recordó la misma afirmación que hizo Castro en 1959.
Chávez ha demostrado, a lo largo de sus doce años de gobierno, que es un pragmático en la táctica y un dogmático en la estrategia. No es la primera vez que asume una actitud moderada y llama al diálogo, lo hizo, por ejemplo, después de su breve separación del poder en abril del 2002. Obviamente, lo hace cuando siente que le conviene. Aparte la moderación en la actitud, de todo el enorme “paquete cubano” de leyes, de evidente corte totalitario, aprobado a marchas forzadas por la “moribunda” Asamblea Nacional, durante las fiestas natalicias, sólo dejó de sancionar la ley de universidades y recortó la vigencia de la ley habilitante. La ley de universidades, al acabar con la autonomía universitaria, era impopular hasta entre sus propios seguidores y, además, la reacción, en la calle, de los movimientos estudiantiles se anunciaba muy decidida. Le convenía dar un paso atrás. La ley habilitante, al despojar, con los votos de la Asamblea saliente, las atribuciones de la Asamblea recién electa, es una ley claramente ilegítima. La reducción anunciada de la misma y la actitud moderada durante el discurso, presenciado por el Cuerpo Diplomático en pleno, tuvo como objetivo aminorar la reacción negativa en la opinión pública internacional. Hay que recordar que la ley habilitante es sólo un medio, no un fin. Todo lo que quería hacer con ella lo podrá hacer de todos modos. Aunque sea un movimiento táctico. La Unidad Democrática debe responder positivamente al llamado de Chávez. El diálogo debería iniciar con la liberación de los presos políticos, el retorno de los exiliados y el fin de las inhabilitaciones políticas arbitrarias. Si el diálogo es verdadero, debería suspenderse la ola de expropiaciones y se les debería devolver a los gobernadores y alcaldes de la oposición las atribuciones y presupuestos confiscados inconstitucionalmente, además, debería abrogarse la ley de las comunas, verdaderos soviets, asambleas electas indirectamente, dependientes financieramente del Ejecutivo, que despojarán de casi todas sus funciones a gobernadores y alcaldes. Debería también abrogarse la abominable ley que califica como delito, igual que en Bielorrusia, la cooperación internacional que no tenga la aprobación del gobierno. En fin, debería suspenderse todo el “paquete cubano”, que incluye leyes que limitan la libre expresión y asociación de los individuos, partidos políticos y ONGs, leyes que vulneran el carácter constitucional democrático y descentralizado del Estado venezolano y leyes que violan los principios de separación de los poderes públicos y su composición pluralista. Un verdadero diálogo se demuestra con hechos, no palabras. “Res non verba”(frase que, por cierto, un mal estudiante de latín tradujo una vez: las vacas no hablan).