¿Qué es democracia?
Hace un par de años Lorenza Foschini le propuso al filósofo y profesor emérito de varias universidades, Giovanni Sartori, que hiciera una serie de micros para la RAI sobre qué cosa es la democracia. El reto era enorme, pues el filósofo tenía que limitarse a explicar en 30 lecciones, con una duración de 4 minutos cada, una qué es y qué no es la democracia. La serie se transmitió todos los días a las 8:30 PM , que como bien se sabe, es la franja de mayor audiencia en televisión. Esos micros fueron luego editados y publicados en un librito que lleva por título “ La democracia en 30 lecciones”.
Lo que más llama la atención de este texto, publicado en español por editorial Taurus, es la manera a la vez simple, compleja y sobre todo sucinta, en la que Sartori le explica al público en general algo que él había desarrollado en libros fundamentales y extensos como son “The theory of democracy revisited” y “Democrazia, cosa è”. Sólo un pensador de la lucidez y cultura política de Giovanni Sartori podía lograr, sin renunciar a la claridad y solidez de pensamiento, explicar en 30 brevísimas lecciones algo tan fundamental para nuestro tiempo en qué consiste la democracia y en qué se diferencia de las otras formas de gobierno no democráticas. Más que intentar hacer una síntesis del libro, lo cual resultaría una labor imposible ya que todo lo que allí se dice es, por decirlo de alguna manera, esencia pura, prefiero estimular, o al menos intentarlo, a nuestros lectores para que adquieran y lean este maravilloso pequeño y gigantesco texto.
Me limitaré a seleccionar algunos párrafos y dejar que sea la voz de Sartori la que hable. Es evidente que en este artículo, por naturaleza breve, sólo cubriré una parte de las lecciones pero he seleccionado las que a mi juicio son las más relevantes para lo que ocurre, hoy en día, en nuestro país.
En primer lugar, coloco la premisa de lo que Sartori define como democracia para luego hacer algunas referencias a situaciones particulares.
La palabra griega demokratia se compone de demos, que quiere decir “pueblo”, y de kratos que quiere decir “poder”. Por tanto traducido al castellano, significa “poder del pueblo”. Si es así las democracias “tienen que ser” lo que dice la palabra: sistemas y regímenes políticos donde el pueblo es el que manda.
Hasta aquí no tenemos nada que ya no sepamos y escuchemos a diario hasta la saciedad, pero al seguir leyendo nos damos cuenta de que el autor nos ha puesto una celada al retarnos, a la manera socrática, con la siguiente pregunta:
¿Todo resuelto? No. Ante todo ¿Quién es el pueblo? Y después, ¿Cómo se atribuye el poder al pueblo? ¿Cómo hay que hacer?
A partir de estas preguntas el autor va a remontarse a los orígenes de la democracia en Grecia y su evolución en el tiempo hasta convertirse con la revolución francesa y con la contribución de varios filósofos ingleses en el germen de lo que es hoy en día: uno de los aportes fundamentales a la civilidad producido por la civilización occidental. Como no puedo copiar, in extenso, tantas citas como quisiera, he seleccionado algunas que me parecen particularmente lúcidas y oportunas.
Poder del pueblo es sólo una elipsis.
El filósofo rey de Platón se convierte en el revolucionario rey de Marx.
Si las opiniones se imponen, las elecciones no pueden ser libres.
La autocracia, los despotismos , las dictaduras, son mundos de un único color. En cambio, la democracia de los modernos es un mundo multicolor.
El pluralismo presupone e implica “tolerancia»; y, por tanto se consolida negando el dogmatismo, el fideísmo, y el fanatismo.
¿Por qué la libertad necesita de la ley? Porque si gobiernan las leyes – no gobiernan los hombres – y a través de ellos, la voluntad arbitraria, despótica o simplemente estúpida de otro hombre.
“Participación” es tomar parte activa, voluntaria y personalmente. “Voluntariamente” es un detalle importante, porque, si se obliga a la gente a participar a la fuerza, eso es movilización desde arriba y no participación desde abajo. Insisto: participación es ponerse en marcha por uno mismo, no que otros te pongan en marcha ni que te movilicen desde arriba.
Democracia participativa se transforma en una democracia directa refrendaria y/o electrónica.
…(fue) a finales de los años sesenta (…) cuando se produjo el lanzamiento de la democracia participativa. A la mayoría de los participionistas de aquellos años lo que les interesaba de verdad era un asambleismo en virtud del cual pequeños grupos de activistas se convertían en las vanguardias motrices de las masas inertes. Lo suyo era, en sustancia, un elitismo de tipo leninista.
Para concluir estas citas me pareció particularmente reveladora esta reflexión que hace Sartori sobre lo que podríamos llamar el gran fraude de pretender que pueda existir una democracia participativa a gran escala.
Ahora bien, la invitación a “participar más” es meritoria; pero si se hincha desmedidamente, como si toda la democracia pudiera resolverse en la participación, es una recaída infantil (como habría dicho Lenin). Y es también conceptualmente peligrosa, que nos propone a un ciudadano que vive para servir a la democracia, en lugar de una democracia que existe para servir al ciudadano.
Transcrito esto, tomo el relevo de Sartori para hacer una última reflexión totalmente apoyado en lo que él ha escrito y lo que, espero, ustedes pronto leerán. La democracia en los estados modernos no puede ser sino representativa, jugar con las palabras con la ilusión de crear una democracia directa es una falacia típica de las llamadas democracias populares en las que la élite revolucionaria se considera como la personificación del pueblo. La ausencia de una verdadera división de poderes, el desconocimiento de los derechos de las minorías, que hoy en día en Venezuela son más bien mayoría, el no someterse a la constitución vigente y mediante trácalas pseudo legislativas y jurisprudenciales modificar lo que el pueblo rechazó en referéndum son uno de los muchos síntomas de que en Venezuela no hay democracia. Aquí lo que tenemos es, como en la Italia fascista, una autocracia que es precisamente lo contrario a una democracia. En este tipo de regimenes la tendencia es a proclamarse a si mismo como jefes insustituibles, tal como lo han hecho muchos desde Napoleón Bonaparte hasta nuestros días y después terminar en dinastía, como Corea del Norte y Cuba.
Ojalá que en 2011 con un espíritu democrático reverdecido le pongamos coto a la autocracia y regresemos al sendero de la tolerancia y la pluralidad.